Dejó la espada a un lado para secarse el
sudor. Mantenerse en forma era fundamental para un guerrero como él, ya que en
cualquier momento podía surgir un conflicto, aunque parecía poco probable. Hacía
más de cinco años que la Guerra del Usurpador había terminado y los territorios
estaban pacificados, aunque no había que confiar nunca. Robert se había
revelado como un rey capaz de mantener a los Siete Reinos unidos.
Los
últimos tres años pasaron más rápido de lo que hubiera esperado. Tras la muerte
de Serana, Jorah vivió distintas fases: tristeza, rabia e incluso llegó a
abusar de la bebida hasta que una carta de su padre lo sacó de su burbuja. A
pesar de que los miembros de la Guardia de la Noche dejaban de lado los asuntos
familiares, Lord Jeor Mormont envió una nota a su hijo recordándole que hacía
diez años depositó toda su confianza en él para gobernar la Isla del Oso. La
idea de defraudar a su padre le hizo reaccionar y retomar las riendas de su
casa. El problema era que no tenía herederos ni tampoco se le pasaba por la
cabeza volver a casarse. El recuerdo de Serana seguía vivo en él y no deseaba
sustituirla por nadie.
Se
aseó y bajó al salón grande. Ese día venía a visitarlo su tía Maege, hermana de
su padre. Jorah le tenía mucho aprecio porque fue como una madre para él
después de que la suya muriera. Era una mujer fuerte, con mucho carácter, buena
representante de los Mormont de la Isla del Oso. Hasta Lord Jeor temía sus
arranques de mal humor cuando los tenía, que era con frecuencia. Gustaba de
vestir como un hombre y se podía decir que era la que gobernaba su casa.
Un
criado hizo pasar a Maege. Llevaba un jubón verde con el oso negro rampante del
escudo Mormont en un lado. También vestía pantalones de cuero y botas de montar.
El pelo lucía suelto y ya se adivinaban algunas canas en él. “¡Querido sobrino,
ven a mis brazos!” Jorah no pudo reprimir una sonrisa al ver a su tía con ropa
de montar masculina. Estaba seguro de que había venido a caballo y sentada a
horcajadas. “¡Cuánto me alegro de veros, tía! Os eché mucho de menos después de
la muerte de mi esposa.” La besó en la mejilla con afecto. Ella le revolvió el
pelo, como si aún fuera ese niño que cuidó tras quedarse sin madre. “Hijo, me
dolió mucho no poder estar contigo en esos momentos, pero yo misma estaba
preñada otra vez. No me fue posible desplazarme y así te lo dije a través de un
cuervo.” “Por favor, tía, no os disculpéis, sé que no es fácil para una mujer y
madre de varias hijas ir de un sitio a otro.” Maege le dio un apretón en el
brazo. “Bueno, ¿qué os trae por la Isla?”, preguntó Jorah. Ella se sentó sin
pedir permiso y se sirvió una copa de vino rojo de Dorne, más fuerte que el
dorado del Rejo. Se bebió todo el contenido de un trago y se secó la boca con
el dorso de la mano. “Me preocupa el futuro de nuestra casa. Mi hermano está en
la Guardia de la Noche, tú no tienes descendientes y mi marido sólo mete hijas
dentro de mi barriga. Hay que poner una solución ya.” Jorah no entendía adónde
quería ir su tía a parar con su discurso. Ella prosiguió. “Eres joven, puedes
procrear y creo que aún tendrás ganas de tener tu cama caliente, con todos los
respetos hacia tu difunta esposa. Pero ella es el pasado y la Isla es el
futuro. ¿Sabes lo que quiero decir?” “Tía, yo… No estoy preparado para volver a
casarme. No te voy a negar que echo de menos una mujer, pero…” Ella estalló en
una sonora carcajada. “¡Por los dioses que eres un hombre raro! No me puedo
creer que no hayas estado con ninguna hembra desde que murió tu esposa.” Se sonrojó ante la indiscreción de su tía. “Eso se va a solucionar hoy si
tú quieres.” Dio una sonora palmada y la puerta se abrió, dejando paso a una
adolescente muy alta para la edad que aparentemente tenía. “Te presento a tu
prima Dacey.” La muchacha hizo una reverencia ante Jorah, que se quedó
estupefacto. Había conocido a su prima cuando era un bebé y calculó que no
debía tener más de catorce años, unos veinte menos que él. “Ya tiene su sangre,
así que está en edad de casarse. Todo quedará en familia.” No daba crédito a
las palabras de Maege, pero no sabía cómo rechazar la oferta sin ofender a su
tía. “Sin duda Dacey es una buena candidata, ¿pero no es demasiado joven aún? Y
yo soy muy mayor para ella, ¿no creéis?” La mujer levantó una ceja. “No me
vengas con esas excusas. Matrimonios más desiguales he presenciado. Tú aún eres
un mozo, al menos para mí. Además, las mujeres, desgraciadamente, envejecemos
antes que los hombres. Y cuando digo envejecer no me refiero a que nos salgan
arrugas”, afirmó guiñándole un ojo. Veía que no tenía salida. De pronto se le
ocurrió algo. “No creo que sea bueno mezclar nuestra sangre, ya que es la
misma. Fijaos lo que pasó con los Targaryen y sus prácticas.” “¡Paparruchas,
muchacho! En fin, veo que mi hija primogénita no es digna de ti”, dijo con un
falso enojo. Dacey miró a Jorah con tristeza. Él se encogió de hombros y le
tendió una mano. “Querida prima, quiero que sepas que el hombre que se case
contigo será muy afortunado. Pero debes saber que conmigo tú no serías feliz y
eso me importa más que mi propia dicha.” Su tía lo miraba con asombro. “Te has
vuelto un blando, sobrino, no pareces un Mormont.” Se levantó de su asiento. “No
te voy a obligar a nada, pero te advierto una cosa: elige bien a la que vaya a
ser madre de tus hijos. La Isla del Oso merece seguir en pie por mucho tiempo,
tal y como reza nuestro lema, Aquí
aguantamos”. Jorah abrazó a Maege como abrazaría a su padre. “Muchas
gracias por preocuparos y por vuestros consejos.” Se giró hacia su prima. “Ha
sido un placer reencontrarme contigo, Dacey. Te deseo lo mejor en la vida. De
todo corazón.” Le besó la mano con suavidad y la chica se ruborizó.
Dos
días después, sus parientes se fueron. Estaba deseando quedarse solo. Y es que,
aunque aparentemente había superado la muerte de Serana, no encontraba ningún
motivo para seguir viviendo salvo el de mantener la promesa hecha a su padre.
Muy bueno. Al final todas las Casas de Poniente quieren hacer lo mismo que los Targaryen....pero a Jorah le hubiera ido mejor con Dacey.
ResponderEliminarJulia Stark
Pues sí. La pena fue que se muriera Serana, que era buena esposa :(
EliminarQ bien escribes me gusta mucho, es triste q serena muriera :/
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. Espero que sigas leyendo, que aún queda mucho que contar :3
EliminarAy ay ay ay ay ¡Dacey! me muero de amor.
ResponderEliminarJo, sí que son desiguales los matrimonios en Poniente sí. Este hombre es un señor de los pies a la cabeza, cada día lo adoro más.
No sabía que el lema de la casa Mormont era "Nosotros aguantamos" ¡Qué BUENO! Ese va a ser mi lema desde ahora, me gusta mucho.
¿Sabes una cosa? Además de hacerme disfrutar me enseñas cosas a todos los niveles cada vez que te leo, y ¿sabes otra? Lo único bueno de haber estado rara estos días y no haber leído, es que ahora tengo cuatro capítulos de tirón para fangirlear contigo. Weeeeeeeeeeeeeee.
Cristina xDDDDDDDDDDDD
Gracias por comentar, como siempre :)
EliminarSí, este señor hace alarde de su lema, jajaja. Menudo aguante va a tener con la khaleesi...
Me alegro de que la lectura te sirva para levantar ese ánimo :3
Bueno, mientras estaba de vacaciones podía leer casi todos los días tus capítulos, pero comentar desde la tablet ya me resulta misión imposible, así que voy a dejar alguna de mis impresiones de cada capítulo ahora que puedo ;)
ResponderEliminarDesde luego, Lady Maege los tiene muy bien puestos. Ni corta ni perezosa ha ofrecido a su hija mayor para que la dinastía de los Mormont no caiga en el olvido. Pero Jorah... ay, Jorah. Con lo enamoradísimo que sigue de su mujer no ha podido aceptar a su prima. Me ha gustado porque no solo rechaza el matrimonio por sus sentimientos, sino también para no obligar a Dacey. Es un amor este hombre.
Cómo se nota que me gusta, ¿eh? A mí siempre me ha parecido un señor :3
EliminarMaege es una señora de armas tomar, me encanta XD