Les habían cubierto la
cabeza con sacos de tela y atado con cuerdas. Uno de los jinetes tiraba de
ellos para guiarlos. A Jorah le habían arrancado la flecha del brazo y se lo
habían vendado de mala manera, por lo que el dolor era insoportable. Llevaban
las manos amarradas a la espalda y eso acentuaba su sufrimiento. “Lo tengo bien merecido, por estúpido. Soy
hombre muerto. Y he arrastrado a otros conmigo.”
El camino se le hizo
eterno. A través de la tela pudo observar que ya era de día cuando llegaron a
su destino: la fortaleza de Invernalia. Los condujeron a las cuadras, donde les
dieron algo de comer y les permitieron refrescarse un poco, pero les
prohibieron hablar entre ellos. Jorah contó a sus hombres y vio que faltaban
tres. Kyle era uno de los ausentes. ¿Estaría muerto? Sabía que Kyle había sido
alcanzado por una flecha. Quería gritar de impotencia ante la situación.
Acabadas sus precarias abluciones, volvieron a ponerles los sacos. Jorah estaba
cada vez más avergonzado y temeroso por el encuentro con el señor de
Invernalia.
Los llevaron al salón
principal. Por el eco de los pasos Jorah dedujo que era una habitación amplia.
Una vez allí les ordenaron detenerse. La tensión era palpable en el ambiente.
¿Qué iban a hacer con ellos? Escuchó a alguien moverse cerca de él. “Por fin os
hemos atrapado. Sois una plaga que está ensuciando el buen nombre de mi tierra.
Aquí no toleramos delitos de ningún tipo, ¿habéis entendido, sabandijas
miserables?” Era la voz de Lord Eddard Stark. Una mano le arrancó el saco de la
cabeza. Un grito de asombro retumbó en el salón. “¡Vos! ¡No es posible! ¡Ser
Jorah!” Él levantó la cabeza con vergüenza para encontrarse con los ojos
sorprendidos de Lord Stark, que también tenía la boca abierta. “Pero, ¿qué es
esto? ¿Vos sois el traficante de esclavos que me lleva de cabeza desde hace meses?”
Jorah empezó a hablar, aunque sabía que no tenía excusa. “No, mi señor… Mi
único delito es haber intentado vender unos hombres a los traficantes, pero yo
no soy el que los compra. Buscad en la playa y daréis con los verdaderos
culpables.” Eddard apretó las mandíbulas. “¿Os parece poco grave lo que habéis
hecho?” “No, ni tampoco voy a negarlo. Pero os rogaría que soltarais a mis
hombres. Ellos sólo obedecían mis órdenes.” El señor de Invernalia se pasó la
mano por la barbilla. “Me parece justo… Aun así, estoy sorprendido. No esperaba
esto de vos, ser Jorah. Creía conoceros, hemos vivido dos guerras juntos y
ahora sois un desconocido para mí.” Había un tono de tristeza en su voz.
“Siento haberos defraudado. Esto ha sido un error. Me hacía falta el dinero y
pensé que ésta era la mejor solución. Haced lo que debáis, señor. Asumo las
consecuencias de mis actos.” Lord Eddard le puso una mano en el hombro. “Eso os
honra. Liberaré a vuestros hombres. En cuanto a vos…” Jorah tragó saliva.
Traficar estaba penado con la muerte, pero en esos momentos le daba igual
morir. Ya había deshonrado a su casa y a su nombre. Y todo por culpa de
Lynesse. Pero él era el último responsable por dejarse aconsejar por ella. “Sabéis
que vuestro delito se castiga con la muerte por decapitación. Y yo sería el que
os cortaría la cabeza, algo que me apena, ser Jorah. Sois un hombre valiente y, a pesar de lo que habéis hecho, creo que también sois honrado de corazón. Por
eso os doy la opción de salvar vuestra vida: uníos a la Guardia de la Noche
como forma de expiar vuestra falta.” A Jorah se le paró el corazón. ¡Era una
oportunidad de vivir después de todo! “No sé cómo agradeceros esto, Lord Stark.
Yo… No sé qué decir.” “No digáis nada. Volved a la Isla del Oso y preparadlo
todo para vuestro viaje. Pero no cometáis ninguna tontería. Mis hombres os
escoltarán hasta vuestra casa y de allí al Muro.”
Otro buen hombre que acabará en Villa Topo, aunque eso a la bruja rubia no le hará mucha gracia. Y Lord Ned es un hombre con honor y le perdona la vida. Ahora quiero ver que maquina la pequeña Barbie de la Isla del Oso
ResponderEliminarJulia Stark
Uhh, esto me ha creado confusión. Sino es Eddard el que lo manda al exilio, ¿quién lo hará? Uy, uy, me he quedado más intrigada que antes.
ResponderEliminarBueno, veo que estáis un poco despistadas, eso no está mal ;)
ResponderEliminarAyyyyyyyyy! qué ahora mismo no sé por dónde me ando!!!!! Al muro?!?!?!
ResponderEliminar¿Es su padre quién lo destierra? ¡qué verguenza más gorda! Cómo se puede destrozar uno el destino por una mala mujer, y el caso es que para ello no hay necesidad de ser un mal hombre... Se me ha quedado una sensación muy rara en las chichas, un nudo.
Cristina ;)