Tres semanas pasaron
hasta que Lynesse consiguió contactar con los traficantes procedentes de Tyrosh.
Jorah le había preguntado de qué conocía a ese tipo de gente. “Los Hightower
tenemos mucho dinero, pero no todo proviene de vías digamos… legales. ¿Acaso
crees que los Lannister son ricos porque Lord Tywin transforma en oro lo que
come? ¡Eres tan ingenuo, Jorah…!” ¿Ser honrado era ser ingenuo? Si era así, lo
había sido durante toda su vida.
El encuentro era en una
playa del continente, al anochecer. Jorah partió hacia la costa con varios de
sus hombres y los furtivos, que iban encadenados en la bodega del barco. Hacía
tiempo que no navegaba y el viaje se le hizo corto. Disfrutaba del balanceo de
la nave, del aire cargado de sal y humedad. Se sentía libre y hasta
rejuvenecido. Aspiró con fuerza y cerró los ojos. No estaba demasiado seguro de
lo que estaba a punto de hacer, pero no veía otra salida. Alguien le tocó el
hombro, sacándolo de sus pensamientos. “Señor, estamos llegando. Allá se ve la
señal que indica el lugar.” Era un estandarte negro clavado en la arena y que
apenas se veía ya. No se divisaba a nadie en la orilla.
Jorah dio órdenes de
echar el ancla. Se acercarían en un pequeño bote. Subieron a los furtivos y los
montaron en él, junto a Kyle, ocho de sus hombres y el propio Jorah. El sol
seguía bajando por el horizonte, había que darse prisa antes de que todo se
volviera demasiado oscuro. Una luz intermitente surgió entre las sombras de la
playa. Era la otra señal. El bote tocó la arena y los ocupantes bajaron en
silencio. Los furtivos estaban visiblemente asustados. Uno de ellos se resistía
a avanzar y Kyle le golpeó en las costillas. “¡No hagas eso!”, dijo Jorah.
“Bastante tiene con lo que se le viene encima.”
Un hombre de aspecto
siniestro los esperaba con una antorcha en la mano. A la luz del fuego su
rostro era cambiante, pero Jorah distinguió una cicatriz que le atravesaba la
mejilla y un extraño tatuaje debajo del ojo. Sin decir una palabra, los guió
hasta el interior de una cueva que se abría cerca de la playa.
Un grupo con un aspecto
nada confiable estaba aguardando en la semioscuridad de las rocas. Eran diez
hombres en total, sin contar con el guía. Jorah temió por su vida y, para
tranquilizarse, recordó que Lynesse había sido la que los había puesto en
contacto. Que los Hightower tuvieran semejantes amistades le revolvió el
estómago. Jamás pensó en tener que hacer negocios con gentuza como aquélla,
aunque ahora él también se estaba convirtiendo en un canalla de la peor clase
vendiendo a los furtivos como esclavos.
El que parecía el jefe
rompió el silencio. “Bueno, vayamos al grano. Número de hombres y precio.”
“Siete. El precio quedó fijado entre mi contacto y vosotros, según tengo
entendido.” El traficante torció la boca en una mueca que trataba de parecer
una sonrisa, pero la ausencia de algunos dientes le daba un aspecto extraño.
“Veo que tenéis más prisa que yo, señor”,
contestó subrayando la última palabra con ironía. “Pero antes tengo que ver el
estado de la mercancía.” “La mercancía…
Los tratan peor que si fueran animales de carga”, pensó Jorah con tristeza.
Estaba asqueado y quería terminar la venta cuanto antes. El hombre se acercó al
grupo de furtivos y los fue examinando uno por uno: abrió bocas, palpó brazos,
golpeó piernas… “Sí, están en buenas condiciones, se nota que han comido bien.”
Chasqueó los dedos y uno de los acompañantes se acercó con una bolsa de cuero
en la mano, que alargó al jefe. “Aquí está el dinero convenido. Ni más ni
menos. Contadlo si queréis, pero soy hombre de palabra.” “Sois escoria inmunda que traficáis con personas. Y yo también, yo
también…”, dijo para sus adentros. Agradeció que la cueva estuviera en
penumbra, porque notaba los ojos húmedos. Tomó el dinero y salió de allí. No
deseaba permanecer más tiempo en compañía de esos maleantes.
Apenas faltaban unos
pasos para alcanzar el bote que los llevaría al barco cuando oyeron caballos a
galope. “¡Alto en nombre del señor de Invernalia! ¡Alto o sois hombres
muertos!”, gritó una voz. Jorah se volvió asustado. Corría hacia el bote cuando
algo se le clavó en el brazo. Oyó a Kyle gritar y caer a su lado. El resto de
sus hombres huyó despavorido por la playa, perseguidos por más caballos. Tras
un momento de confusión, montó en la pequeña embarcación pero no tuvo tiempo de
alejarse, ya que apenas podía mover el brazo derecho y era imposible remar con
uno solo. Un jinete entró en el agua y le apuntó con una espada. “Quieto ahí,
traficante. Hacía tiempo que estábamos detrás de vosotros y por fin os
tenemos.”
Cómo expresarlo de forma tranquila y sosegada...Jorah es tonto, pagafantas, calzonazos, más gafe que la Pantoja, con una mujer más zorrón e idiota que hasta los Stark, que no se empanan de nada, se enteran del intercambio, y con muchas velas negras encima. Bueno, creo que con eso he sido tranquila y sosegada (mentira), pero es lo que pienso del pobre Jorah.
ResponderEliminarJulia Stark
Vale, vale... Las reclamaciones al Martin XDDD
EliminarCreo que Julia lo ha dicho todo... no veo que haya mucho más añadir xDD
ResponderEliminarEso sí, aunque me da mucha pena este hombre, tengo muchas ganas de leer el siguiente capítulo. A ver cómo reacciona Eddard después de haber tratado tanto con él, jujuju.
Jajaja. Julia lo ha explicado muy bien. Pobre hombre que le pillan a la primera, mi madre dice que a los buenos les cogen rápido cuando hacen alguna avería, y suele ser verdad.
ResponderEliminarMuyyyyy buen capítulo!!!!!!
No me esperaba el giro de los acontecimientos, me voy corriendo a por el de ayer, y en un rato si hay suerte leo el de hoy ;))))))
Cristina.