Este fic contiene recreación y especulación sobre hechos del pasado. No tiene spoilers. Todos los lugares y personajes pertenecen a G.R.R. Martin excepto los creados por mí.

domingo, 11 de agosto de 2013

Capítulo 9


Hacía tres años que la guerra había terminado. El desenlace fue fatal tanto para los Targaryen como para los Stark. Los cuervos trajeron las malas noticias, las que ponían punto y final al conflicto: la muerte de Lyanna Stark en un lugar perdido de Dorne, víctima de los abusos del príncipe dragón (o eso se decía) y el asesinato de la familia de Rhaegar. Jorah se horrorizó ante la poca piedad que tuvo Robert por una mujer indefensa y dos niños, mientras que perdonaba al hijo de Lord Tywin, apodado ahora Matarreyes, y a otras personas de la corte Targaryen. El mundo estaba loco. Desconfiaba del nuevo rey tanto como del anterior. La única buena noticia fue que los hermanos de Rhaegar, Viserys y una niña recién nacida, se habían salvado de las garras del Usurpador.

Afortunadamente, todo había acabado tiempo atrás y él estaba vivo para contarlo. Volvió a la rutina de la Isla del Oso, consistente en atender todos los asuntos que eran propios de la cabeza de la casa Mormont. Serana se ocupaba de que el castillo estuviera siempre a punto para recibir visitas, se encargaba de la administración del mismo y de dar órdenes a la servidumbre. Era una mujer con grandes cualidades. Jorah se había casado con ella en un matrimonio pactado, pero se enamoró en cuanto la conoció. Sin ser una gran belleza, la armonía de sus facciones le daban un aire muy atractivo. Además era inteligente, hacendosa y generosa con los demás. Nunca podría querer a otra más que a Serana y se tenía por un hombre con suerte. Los matrimonios pactados solían ser un fracaso y terminaban con infidelidades por parte de ambos cónyuges, pero no era su caso.
Jorah dio por concluida la reunión con sus hombres y se dirigió a sus aposentos privados para buscar a su esposa. No la encontró en el dormitorio ni en la sala de bordado. Una de las sirvientas le dijo que la había visto entrar en la capilla de los Siete que había en la fortaleza. Últimamente visitaba mucho el pequeño septo que Jorah mandó construir tras su boda. Él no era muy creyente, pero respetaba la fe de su esposa, distinta de la suya, ya que había sido criado en la antigua religión, la de las gentes del Norte. Decidió acompañar a Serana en sus rezos. Quería demostrar que la apoyaba en todo.
Penetró en el septo con cuidado. Serana estaba delante de la escultura de la Madre, arrodillada y concentrada en sus rezos. Un poco más atrás se situaban dos de sus sirvientas. El silencio inundaba la estancia y sólo era roto por las oraciones apenas susurradas. 

Sin hacer ningún ruido, Jorah se aproximó a su esposa y se arrodilló junto a ella. La muchacha estaba con los ojos cerrados, moviendo los labios con rapidez. Su concentración era tal que no se percató de la presencia de su marido. Jorah imitó la posición de los brazos de Serana, pero fue incapaz de saber qué decía en su plegaria. De pronto ella abrió los ojos y lo miró, esbozando una sonrisa al mismo tiempo. “¿Qué haces aquí? Tú no eres de la fe de los Siete”, susurró. “¿Te molesta verme?”, contestó Jorah con tono jocoso. “No seas irrespetuoso. Estamos en un lugar sagrado”, le riñó ella con cariño. Él guardó silencio y observó a Serana terminar de rezar. Le fascinaban esos rituales a pesar de no practicarlos. La muchacha se incorporó y dio por finalizadas las oraciones.
Salieron del septo cogidos de la mano. “¿Qué le pedías a la Madre?”, preguntó Jorah con curiosidad. Serana se pegó a su cuerpo. “No puedo creer que no lo imagines… ¿No es evidente lo que puede pedir una joven esposa a la Madre?” Él se detuvo y la cogió por los hombros. “¿Estás… embarazada de nuevo?”. Su esposa asintió con timidez y una gran sonrisa en la cara. Sin reprimir su alegría, la tomó de la cintura y la alzó, riendo a carcajadas. “¡Lo sabía, sabía que los dioses no nos habían olvidado!”. La muchacha le dio un golpecito en el hombro, indicándole que la bajara y llamándolo loco. “¡Sí, estoy loco, pero de contento!” La depositó con suavidad en el suelo. “Ahora debes cuidarte, nada de preocupaciones. Yo me encargaré de todo en la casa. Tú sólo descansa y obedece a todo lo que te diga el maestre.” Serana asintió y lo besó. “Esta vez sí, Jorah. Sé que sí. Y será un varón, tu heredero.”

4 comentarios:

  1. ¡Pero qué bonito! JAHDGAJHDFJSGDFJADAGSDAFSD

    Capítulos así dan la vida, que tantas tragedias y tristezas no pueden ser buenas.

    Me está gustando mucho el fic. Al final va a ser verdad eso de quedarnos sin ovarios...

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    1. Muchas gracias :3 Alguna alegría viene bien.

      Yo me dejé lo poco que quedaba de mis ovarios en Londres, con Toby, así que... XD

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  2. Madre mía. Nuestro Oso será papá. Ahora debe cuidarse la madre y Jorah será padre.


    Julia Stark

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  3. Qué bonito! Van a tener un bebé!!!! Y la construyó un Septo, ¡vaya! este hombre merece la pena mucho.

    Los niños Targaryen ya hacia la libertad...

    Me ha gustado mucho el capítulo y cómo estando en la Isla del Oso se enteran de todo lo que pasa en Desembarco.

    Es muy bueno!!!! En un rato entro a por el próximo xDD

    Cristina

    PD: Matarreyes... Gentuzaaaaaaaaaa que son jajajajaja.

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