Cuando llegó al
Tridente no vio a Robert. Después de la reunión con Eddard, marchó directamente
hacia la tienda que sus hombres habían montado en el campamento. Esa mañana se
pusieron en marcha muy temprano. Jorah buscó con la mirada al Usurpador y
pronto dio con él. El estandarte del venado ondeaba al viento y destacaba sobre
los demás. Robert iba al frente de sus hombres luciendo un espectacular casco
con cuernos. A Jorah le sorprendió su imponente figura y, sobre todo, el
martillo de guerra que portaba y que manejaba con una soltura impresionante.
La niebla era más densa
conforme se acercaban al río y Jorah sabía que eso no era sino un inconveniente
para ambos bandos. Sin embargo, si se organizaban bien, podían usarla en su
beneficio rodeando a sus enemigos. Robert se detuvo y alzó el martillo
indicando a un grupo que se adelantara para abrir el camino. Los jinetes de primera línea avanzaron rápidamente hacia el
asentamiento realista, gritando “¡Por
Robert y por los Siete Reinos, muerte a los Targaryen!” El propio Robert
cabalgó para unirse a ellos, seguido de Eddard Stark, que capitaneaba a sus
hombres. Los gritos de guerra fueron contestados por el bando enemigo: “¡Por Aerys, por Rhaegar, por los Dragones,
nuestros legítimos reyes!” El choque era más que inminente.
Jorah notó la sangre
hirviendo por la emoción y los nervios. Sin pensar en nada, se lanzó al ataque
con la espada desenvainada. Pronto iba a saber lo que era matar a otro hombre.
Dos enemigos se echaron sobre él y su montura y tuvo que defenderse clavando su
arma. La sensación fue extraña al principio, pero el fragor de la batalla le
impedía pensar en nada, no recordaba las instrucciones a seguir. Sólo deseaba
sobrevivir. Alguien le atacó por detrás, abriendo una herida en el costado a
pesar de la armadura. El dolor era como una quemadura y la sangre empezó a brotar.
No quiso darle importancia y siguió luchando con fiereza.
Cerca de él estaba
Eddard, que demostraba gran habilidad con la espada. Lo oyó gritar con horror
mientras decapitaba a un hombre y la sangre le salpicaba el pecho. Jorah
también estaba horrorizado ante la escena que estaba viviendo: una masacre que
manchaba todo de un color rojo oscuro.
La bruma era
impenetrable sobre el Forca Verde, haciendo la visibilidad aún más escasa que
en la ribera. Aun así, Jorah se introdujo en el cauce buscando enemigos que
matar. Estaba rodeado por el gentío y los gritos lo tenían desconcertado.
Blandía su espada sin saber contra quién y el pánico se apoderó de él. “Voy a morir aquí, lo sé. Perdóname por
haberte abandonado, Serana.” Vio a un jinete aproximarse por su izquierda.
Al principio sólo vio el caballo y no fue capaz de diferenciar si se trataba de
uno de los suyos. Cuando estaba a punto de picar su montura para atacar,
distinguió unos cuernos sobre el casco. ¡Era Robert! ¿Qué hacía ahí sin
moverse, a merced de sus enemigos? Jorah se dio cuenta de que la niebla lo
había despistado como a él. Oyó un chapoteo a su derecha. Era otro jinete. Su
armadura parecía oscura y el casco llevaba un penacho extraño. Una voz retumbó
desde el interior del yelmo. “¡Robert
Baratheon, soy Rhaegar Targaryen, te exijo que te rindas ahora mismo!”. El
otro no respondió, sino que lanzó un ataque contra él al grito de “¡Muere, maldito dragón cobardeeeeee!”
Jorah se quedó
paralizado. ¿Debía intervenir? Decidió que sólo lo haría en el caso de que
viera a Robert en peligro de muerte. Aquello no era un simple enfrentamiento
entre dos hombres de distintos ejércitos, sino un duelo personal. “¡Negociemos,
Robert! ¡Esto tiene que acabar!”, insistía Rhaegar con desesperación, “¡Por el amor que le tenemos a Lyanna,
detente!” Robert se lanzó contra Rhaegar con el martillo de guerra
preparado para golpear. El príncipe repelió el ataque con su espada y un sonido
metálico y vibrante llegó hasta los oídos de Jorah. Con un golpe certero,
Rhaegar desmontó a Robert y lo tiró al agua. Jorah vio cómo la espada del joven
dragón se clavaba en el hombro de su oponente. Bajó del caballo y avanzó como
pudo por las aguas del río para auxiliar a Robert.
Una espada pasó cerca
de su cabeza y se hundió en el Forca Verde a escasos pasos de él. Rhaegar se
defendía ahora con su escudo y Jorah intuyó que, sin su arma, el fin del
príncipe estaba próximo. A pesar de contar sólo con un escudo, Rhaegar se
defendía con destreza, pero cometió un error: dejó desprotegido su pecho por un
momento. Todo lo que vino después quedó grabado en su pupila como a fuego: el
martillo de Robert golpeó con tanta fuerza a Rhaegar que rompió la armadura a
la altura del corazón, haciendo saltar la sangre junto a los rubíes que
adornaban el peto.
Rhaegar cayó
desplomado diciendo sólo una palabra: “Lyanna…”
Su cuerpo se hundió en el río y lo tiñó de rojo. “¡Noooooooooo!” gritó Jorah
mientras que Robert se alejaba victorioso clamando que había matado al dragón.
No sabía por qué, pero sintió pena por la muerte de Rhaegar. Jorah lo vio
luchar: lo hizo con valentía, con nobleza y con honor, valía más como hombre
que Robert. Y ahora estaba muerto mientras que el Baratheon estaba vivo.
Se puso de rodillas
junto al cadáver del príncipe y sacó su cabeza a flote. Ya no había nada que
hacer, estaba inerte y pálido por la pérdida de sangre. Sin embargo Jorah
observó una belleza sobrenatural en él. El pelo blanco y el rostro joven con
los ojos azul oscuro aún entreabiertos mostraban una dignidad en la muerte que
bien podían ser reflejo de cómo fue en vida. Nunca creyó que Rhaegar
secuestrara contra su voluntad a Lyanna Stark y ahora un sexto sentido se lo
vino a confirmar. Levantó la mirada hacia el cielo y deseó con todas sus
fuerzas que los hijos del príncipe y Viserys, el hermano menor de Rhaegar, se salvaran, que al menos los
niños dragones no cayeran en las garras de Robert. Rhaegar ya había pagado con
su vida su atrevimiento y ni el propio Eddard deseaba más venganza a pesar del
asesinato de su padre y de su hermano y la desaparición de Lyanna. Abandonó el
cadáver del príncipe al ver que sus hombres se acercaban al lugar.
Desesperado y
desilusionado ante el espectáculo que acababa de contemplar, tiró la espada al
agua y fue al encuentro de Eddard, agarrándose el costado sangrante. Ahora que
Rhaegar había muerto, la guerra estaba más que decidida y él no deseaba
continuar en ella. Al llegar a la orilla, notó que se quedaba sin fuerzas, ya
que había perdido demasiada sangre y no se había dado cuenta. A duras penas
alcanzó una zona seca, la vista se le nubló y el mundo se desvaneció a su
alrededor.
Ayayayayayyay que me ha encantado!!!!!!!!!
ResponderEliminarQué capítulo!!!!!!! Ya le ha cogido cariño a los niños Targaryen... Y Rhaegar intentando dialogar con "bestia parda" Y mira que me sabía esto (más o menos) pero lo he vivido como algo nuevo, con el corazón en un puño.
¿Cómo no va a preferir Lyanna a este? A esa muchacha la perdieron las hormonas, pobre...
Esperando ansiosa el próximo.
Cris xDDDD
Pues esta tarde mismo tienes el siguiente.
EliminarLos niños Targaryen no merecían morir. Bueno, Viserys a lo mejor sí merecía una torta bien dada XD
Está genial!! Maldito Robert matando a Rhaegar, ese si habría sido buen rey. A er que le pasa a Jorah con la herida.
ResponderEliminarSigue Así
Julia Stark
Si Rhaegar no hubiera muerto, quién sabe...
EliminarA Jorah lo tenemos malherido, pero claro, sobrevivirá. Poco misterio, aunque queda mucho que contar ;)
Cada vez que leo esta batalla se me encoje el corazón, y eso que ya sé de sobra cuál fue el resultado.
ResponderEliminarNo creo que Robert fuera un mal hombre, al igual que tampoco lo creo de Rhaegar, pero ambos cometieron un gran fallo. El primero se dejó llevar por la locura y la venganza, llegando a aceptar cosas inaceptables o deseando la exterminación de todos los Targaryen (cuando él, en cierto aspecto, también lo es). Y el segundo "raptó" a una muchacha que nada tenía que ver con él. Aún no sabemos a ciencia cierta si se la llevó por amor o no, pero lo cierto es que ya estaba casado y tenía dos hijos, por lo que tenía un deber para con su familia y no con una muchachita linda.
Siempre vi un poco más de culpa en la insensatez de Rhaegar que en la tozudez de Robert, pero es cierto que, de no haber cometido ese error, habría sido uno de los mejores reyes de Poniente, porque todo lo que cuentan sobre él son maravillas: "luchó con valentía, con nobleza y con honor".
¿Y qué decir de nuestro Jorah? Ahora el pobre se nos ha quedado inconsciente, así que no sabemos cómo despertará ni si le dejarán partir de nuevo a su hogar... aiss, nos tienes a todas viciadas de nuevo >.<
Estoy de acuerdo contigo en todo. Aquí pongo lo que piensa Jorah, pero a mí Robert no me parecía un mal tipo hasta que le secuestraron a la novia. Era un chico joven, enamorado y de sangre caliente, normal que armara tanto lío. Eddard es más calmado en ese sentido.
EliminarRhaegar, si hizo lo que pensamos, metió la pata. Pero hubiera sido un buen rey.
Y Jorah... A ver qué le pasa ahora e.e
Exacto, Eddard seguramente habría hablado con Rhaegar antes que entrar en guerra, y eso que él sufrió más pérdidas a manos de los Targaryen que Robert (maldito Aerys).
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