Los estandartes de Invernalia eran los que más destacaban
entre el gentío reunido cerca de la fortaleza. Jorah vio los blasones de muchas
de las casas vasallas de los Stark: el sol de plata sobre un fondo negro de los
Karstark; el gigante de la casa Umber, el hombre desollado de los Bolton…
Diferenció un estandarte con el puño de hierro de los Glover, su familia
política. Picó al caballo y dio a sus hombres la orden de acelerar la marcha. Al
llegar se identificó como el señor de la Isla del Oso y el paso le fue
franqueado sin problemas.
En el patio
de armas estaban los cabezas de todas las casas. Jorah no conocía a Eddard
Stark, el nuevo señor de Invernalia. Sus tratos siempre habían sido con Lord
Rickard y con Brandon, ahora fallecidos. Se enteró de todos los detalles de sus
muertes de camino al Norte: el rapto de Lyanna Stark a manos de Rhaegar
Targaryen y el asesinato de Lord Rickard y su hijo mayor en la Fortaleza Roja. El
rey Aerys II no era el mejor gobernante, desde luego, y la manera de ejecutar a
los Stark había sido un error, pero Jorah tampoco tenía demasiado claro que
Rhaegar fuera culpable del secuestro. El príncipe dragón tenía fama de ser una
persona equilibrada, justa y hasta sensible. Además, estaba casado con una
Martell y tenía dos hijos. No le cabía en la cabeza que hubiera arrebatado a la
pequeña de los Stark, aunque todo apuntaba a que había sido así. La había
coronado Reina del Amor y de la Belleza en el torneo de Harrenhal, delante de
su esposa y de todo el mundo. Un error fatal. Jorah pensó que jamás coronaría a
nadie que no fuera Serana si alguna vez ganaba un torneo importante.
Miró entre
el gentío y pronto reconoció a Eddard. Sabía que era unos diez años más joven
que él, pero su rostro era el de un adulto. Los desgraciados acontecimientos
que acababa de vivir lo habían hecho madurar antes de tiempo. Eddard era un
muchacho que tuvo que asumir unas responsabilidades para las que no estaba
preparado: ser señor del Norte y casarse con la prometida de su hermano. Jorah
temía que todo lo que Robert Baratheon había iniciado para recuperar a Lyanna
Stark, su prometida, fuera un gran desastre que sólo desangrara a los Siete
Reinos.
Se acercó a
Eddard y se dio a conocer. “Mi señor, soy Jorah Mormont, señor de la Isla del
Oso.” El joven Stark lo miró con afabilidad. “Vuestro padre siempre fue fiel a
mi padre y a mi casa. Espero que vos hagáis lo mismo.” Jorah asintió. “No lo
dudéis. Lord Jeor me enseñó a respetar a mis señores.” Tras las presentaciones,
Eddard le dio instrucciones sobre qué debían hacer los hombres llegados con
Jorah. Él deseaba entrar en combate y demostrar sus capacidades, aunque por
otra parte temía morir en una guerra que no tenía nada que ver con él. Dejar a
Serana sola en la Isla y sin ningún heredero era un verdadero problema, si bien
Jeor tenía una hermana que podría quedarse con el título. Prefería no pensar en
nada de eso. Regresaría con vida, tendría un hijo con Serana y, si no lo tenía,
los Mormont se ocuparían del patrimonio. Debía ser positivo si quería salir
vivo de allí.
Finalmente, Eddard ordenó a los soldados
de la Isla del Oso que se quedaran en la retaguardia de momento. Las huestes de
Invernalia irían hacia el Valle para reunirse allí con Robert y las tropas de
Lord Arryn y Lord Tully. En cierto modo, respiró tranquilo ante la decisión.
Tanto Eddard como Robert era muy jóvenes, pero parecían saber lo que hacían.
Una vez dadas todas las indicaciones, Jorah transmitió a sus hombres la
decisión del Stark: bajar hasta los límites de Invernalia y quedarse allí hasta
recibir nuevas órdenes.
No saldrían hasta el día siguiente, por lo
que pasarían la noche en la fortaleza norteña. Los señores de cada casa habían
sido invitados a una cena frugal como agradecimiento por su apoyo. Jorah no era
muy amigo de este tipo de cosas y se dio cuenta de que Eddard tampoco. El
muchacho mostraba un rostro taciturno. Según le dijo uno de sus hombres, tuvo
que partir hacia Invernalia al día siguiente de su boda con la hija de Lord
Hoster Tully. Sintió pena por él. Un joven de su edad debería estar disfrutando
de su vida de casado y no guerreando contra el rey Aerys. Apuró su cuerno de
cerveza y se retiró discretamente al campamento donde estaban sus acompañantes.
Por la mañana temprano partirían hacia su destino.
Está muy bien. me imaginaba el momento así y está bien descrito las características de Jorah y Eddard.
ResponderEliminarSigue así.
Julia Stark (ahora Stark revenge GRRM)
Excelente... qué pasará con Serana ahora????...
ResponderEliminarIntrigante porvernir!!..
Gracias por el viso Athena
Xim a Cuerda
Ay Eddard, cada vez que mencionas su boda con Cat recuerdo el fic de "Nieve en llamas". Nunca voy a olvidar ese capítulo :3
ResponderEliminarEl pobre tiene una mala racha en ese momento, su padre y su hermano asesinados, su hermana secuestrada, y una esposa a la que ha tenido que dejar al día siguiente de su boda.
Y luego tenemos a Jorah, que de momento no está siendo tan desgraciado como Ned, aunque Serana está sola en la Isla del Oso y no me quiero ni imaginar cómo estará sin su queridísimo esposo. Con lo amorosos que son <3
Robert Baratheon, cagándola desde la edad de los primeros hombres, gggggrrrrrr.
ResponderEliminarSi lo piensas bien, también pobre Eddard, vaya percal de vida.
Se van "pá" la guerra contra Aerys, ¡ay que tiene que salir Jaimeeeeeeeeeeeee! <3 <3 <3 jajajaja.
Me ha gustado mil. Esperando con muchas ganas el de mañana. xDDDD
Cristina ;)
Ya veo que están metidos en faena, cuando ambos quisieran estar con sus mujercitas, delante de la chimenea y en babuchas... ¡hombres!, ahora en serio, me ha encantado ese primer encuentro de Eddard con Jorah, muy bien descrito y narrado, ¡felicidades! auqnue creo que se las vas a hacer pasar canutas al oso...
ResponderEliminarSigo engachada, lenta, pero sigo ;)