Este fic contiene recreación y especulación sobre hechos del pasado. No tiene spoilers. Todos los lugares y personajes pertenecen a G.R.R. Martin excepto los creados por mí.

jueves, 29 de agosto de 2013

Capítulo 27

Ya hacía dos años que se habían casado. La relación no era siempre una balsa de aceite, pero mantenían la pasión en la intimidad. Lynesse seguía siendo caprichosa y lograba lo que quería de Jorah a base de seducción y artes femeninas. Mientras tanto, los inviernos se alargaban cada vez más y las cosechas eran insuficientes, por lo que los arrendatarios pagaban con retraso sus cuotas, aunque los furtivos no habían dado más señales de vida.

A Jorah le traía de cabeza la situación económica. Nunca hablaba de estos temas con su esposa. Desde que tuvieron la primera discusión sobre eso, trataba de no sacarlo en sus conversaciones, aunque procuraba controlar sus gastos y excesos de manera indirecta. Cuando ella se daba por aludida, estallaba la tormenta y volvían a pelearse, si bien el enfado duraba poco. Lynesse sabía cómo convencer a Jorah para que se reconciliaran.
Estaban en el comedor, acabando con los últimos platos servidos. Jorah había optado por algo sencillo a base de pescado de la Isla, mientras que Lynesse seguía con sus excentricidades. La comida había transcurrido en un incómodo silencio. “¿Qué te pasa, querido? No has dicho una palabra en toda la velada. Ni siquiera has levantado la cabeza del plato.” Él la miró como despertando de un letargo. “Mmmm, nada. Tengo muchas preocupaciones últimamente. Las rentas no se cobran a tiempo y los fondos escasean.” Lynesse torció la boca. “Sé que no te gusta que me meta en los asuntos económicos de la Isla pero, como señora del lugar que soy, creo que puedo darte algún consejo para aumentar los ingresos. ¿Por qué subes las cuotas a los arrendatarios? Seguro que llevan siglos sin cambiarse.” Eso era verdad. Desde que la Isla fuera entregada a los Mormont por Rodrik Stark, los tributos se habían fijado en un diezmo de lo cosechado o su valor en metálico. “Pero, Lynesse, precisamente ahora que hay menos recursos, no me parece adecuado exprimir más a la gente. Son otras las medidas que hay que tomar.” Ella lo miró con desconfianza. “He reducido bastante mis compras, espero que lo hayas notado.” “Todavía son excesivas, aunque tú no lo veas. Pero no tengo ganas de una discusión. Hoy no”, pensó Jorah. Se limitó a asentir y abandonó el comedor.
Cryton lo esperaba a la salida. “Señor, los hombres de Kyle han apresado a un grupo de furtivos. Dicen que este invierno han vuelto a aparecer y el número crece.” Era normal. Con las malas cosechas era de esperar algo así. “Metedlos en los calabozos. He de pensar el castigo para ellos.” No le apetecía impartir justicia sobre gentes que cometían delitos movidos por la necesidad de alimentar a sus hijos. Él era el que debía asegurar el sustento de esas personas. Estaba en una encrucijada. La caza furtiva estaba prohibida, pero el hambre era una razón poderosa para arriesgarse. Empezaba a dolerle la cabeza y se fue a su habitación a descansar. Después se encargaría de los cazadores.
Apenas se había echado en la cama cuando Lynesse entró. “Me preocupas. Estás cada día más delgado, no comes nada más que fruta y pescado. Te pasas el día con el gesto serio… ¿No puedo ayudarte?” Jorah suspiró. “No voy a subir las rentas, si ésa es tu única sugerencia.” Ella cruzó los brazos con rabia. “Perdona, Lynesse, es que han vuelto a aparecer los furtivos en los bosques.” “Oh, vaya… ¿Y qué se hace con ellos?” “El castigo es la muerte, por supuesto. Están robando en nuestra propiedad. Pero me duele imponerles esa medida. No son extraños, son gente que conozco, familias vinculadas a los Mormont desde hace generaciones. Lo hacen para dar de comer a sus hijos.” Hizo una pausa. “Por otro lado, si no doy un castigo ejemplar, terminarán por multiplicarse y eso sí que será un verdadero problema.” Se quedaron callados. Lynesse parecía reflexionar sobre el asunto. “Me parece que tengo la solución perfecta. Una en la que ellos conservan la vida, tú te deshaces del problema y, además, ganarás dinero.” “Pero, ¿cómo? Me da la sensación de que no es algo tan fácil como tú lo planteas.” Lynesse tenía una sonrisa en la cara. “Véndelos como esclavos. Seguro que prefieren eso a morir.” Jorah se incorporó de un salto. “¿Estás loca? ¡Si hago eso el condenado a muerte seré yo!” La joven soltó una carcajada. “¡No seas tonto! Eres lo suficientemente listo como para evitar que te pillen. Conozco a un traficante que te hará un buen precio. Discreción garantizada. ¿Tienes alguna otra opción para esta situación?” Jorah se rascó la barba. Traficar con esclavos estaba penado, pero si nadie se enteraba… El negocio no parecía tan malo. Prefería venderlos que matarlos. “Está bien… Va en contra de mis principios, pero no veo otra salida. Ponte en contacto con ese traficante.” Se dejó caer sobre el colchón, cerró los ojos y dejó que Lynesse le acariciara el vello pecho mientras lo besaba.

4 comentarios:

  1. Hombre, qué quieres que te diga, mira que a mí la Paris me cae cómo el culo, pero antes de condenarlos a muerte venderlos no me parece tan mala opción. Lo malo que luego entrarán en el bucle del dinero fácil... No obstante, se hacen cosas peores en Juego de Tronos y hay gente que mira para otro lado... no sé, es todo muy complicado, quién soy yo para juzgar a nadie sin ponerme en sus zapatos.

    Me ha hecho pensar mucho este capítulo, me ha molado mazo.

    Cristina ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ese es el problema... A ver cómo resulta el invento.

      Eliminar
  2. Pues yo pienso que Jorah es un calzonazos. Ya está, ya lo he dicho xD

    Bien es cierto que la idea de la Hilton es, por así decirlo, menos mala que la de matarlos. Aunque yo personalmente creo que preferiría ser condenada a muerte antes que ser una esclava toda la vida. Pero, no por ser menos mala, es menos ilegal. Y aquí es cuando Jorah la va a cagar muy mucho, por su buen corazón y por hacerle siempre caso a la pava de su mujer (aunque de pava tiene poco la joía).

    Y aquí es dónde veo yo que la niña no es tan niña como parece. No solo está tomando el té de la luna por circunstancias que aún desconocemos, ¡sino que también conoce a un traficante de esclavos! Vamos, la niña es una joya.

    De verdad que es odiosa esa mujer, encima va de pobrecita por la vida. Aunque la culpa mayor la tiene Jorah por haberla consentido tanto, leñes.

    ResponderEliminar
  3. Madre mía, ya sabemos quién fue la cabeza "pensante" de la idea de los esclavos. Jorah está en plan calzonazos nivel 11 de 10 de superpagafantas.
    Me ha encantado la frase: "Lynesse seguía siendo caprichosa y lograba lo que quería de Jorah a base de seducción y artes femeninas." (ya sé cuales utiliza la Paris Hightower de extrarradio....)

    Julia Stark

    ResponderEliminar