Estaba triste por su
discusión con Lynesse. Quizás había sido demasiado duro con ella, pero tenía
que hacerla entrar en razón. Para despejar la mente y aclarar sus ideas, tomó
un caballo y cabalgó hasta el bosque. Allí se esperaría hasta calmarse para
regresar a la fortaleza y enfrentarse al enfado de Lynesse.
Se adentró en la
espesura. Hacía frío, pero los pinos mantenían sus agujas, aunque el suelo
estaba alfombrado con muchas de ellas. Bajó del caballo y se sentó bajo uno de
los árboles, cerrando los ojos para concentrarse. Cryton había sido un
alarmista y él se había dejado llevar. Aún tenía dinero, no demasiado, pero
suficiente. Aunque, si Lynesse deseaba mantener su nivel de vida, llegaría un
momento en el que tendría que echar mano de otros ingresos, ¿pero cuáles?
Un ruido lo sobresaltó.
Su caballo cabeceó inquieto ante la presencia de algo o alguien. Se incorporó y
calmó al animal acariciándole la quijada. Puso más atención y percibió pisadas
amortiguadas por las hojas de los pinos. Se agazapó cuando notó el ruido más
cerca. Se trataba de dos hombres con aspecto un poco andrajoso. Uno de ellos,
el más alto, llevaba un arco de factura casera y un carcaj de cuero con flechas
también artesanales. Observó con cautela. Estaba solo y desarmado. Si se
trataba de ladrones podrían matarlo allí mismo. Aguantó la respiración que
notaba acelerada.
Un movimiento a la
izquierda le hizo girar la cabeza. Era un cervatillo que hociqueaba entre la
maleza, buscando alguna brizna que hubiera resistido las heladas. Los hombres
se detuvieron en seco y se hicieron señas. El del arco tomó una flecha con
cuidado, la puso en el arco y lo tensó. El cervatillo levantó la cabeza y olió
el aire, notando la presencia de enemigos. El hombre armado apuntó y soltó la
flecha, que atravesó limpiamente el cuello del animal. Los dos se acercaron al
cervatillo. El más bajo sacó un cuchillo pequeño y lo degolló. Después cargaron
con el animal y se alejaron del lugar.
Jorah soltó el aire que
aún retenía en el pecho. Así que se trataba de furtivos. Nunca habían tenido
esos problemas en la Isla. Era un sitio tranquilo, habitado por pescadores y
gentes sencillas, pero honradas. ¿Por qué habrían aparecido ahora cazadores en
sus bosques?
Regresó a la fortaleza
dispuesto a convocar a sus hombres de armas para poner vigilancia. Al llegar al
patio, vio a Cryton con sus inseparables pliegos. “Cryton, llama Kyle y a los
demás. Os quiero ver en diez minutos en el salón de reuniones.” “¿Pasa algo,
señor?”, preguntó el administrador con preocupación. “Si no pasara no
celebraría una reunión, ¿no?” Aún le duraba el enfado por su pelea con Lynesse
y lo estaba pagando con Cryton.
Tras dejar al caballo
en la cuadra, subió a su habitación. No había rastro de Lynesse, aunque supo
que ella había estado allí por el perfume a lilas que flotaba en el ambiente.
Uno de sus vestidos nuevos caía con descuido sobre una silla. Jorah lo tomó
entre sus manos y lo olió con deleite. Tenía que reconciliarse con su esposa,
hacerle ver que él daría su vida por verla feliz, pero que ella también debía
ceder un poco. Al dejar el vestido otra vez en su sitio, vio un frasquito opaco
sobre la mesita donde Lynesse acumulaba sus peines, afeites y adornos para el
pelo. El recipiente no tenía etiqueta alguna como los otros. Lo estaba
destapando para olerlo cuando Lynesse entró. “¿Qué haces, Jorah? Eso no es para
hombres.” Él cerró el frasco otra vez. “¿Qué es?” Ella se acercó, tomó el bote
y lo guardó en un cajón. “Es un tónico especial que me traen de Desembarco.
Para cuando tengo mi sangre, ya sabes.” Jorah la creyó. “Lynesse, siento mucho
lo de esta mañana. Pero debes ponerte en mi lugar. No quiero que vivas a
disgusto, hago todo por complacerte, te he dado libertad para reformar nuestra
casa…” Ella asintió y se abrazó a él. “Lo sé, yo también siento que hayamos
discutido. Te prometo que no habrá más gastos en lo que queda año.” Se
besaron con pasión para sellar la reconciliación. Jorah notó que empezaba a
excitarse y rompió el beso. “Me encantaría terminar esto, pero tengo una reunión
con mis hombres. Te doy mi palabra de que esta noche continuaremos.” “¿Ha
ocurrido algo, Jorah?” Él restó importancia al asunto, no deseaba preocuparla.
“Oh, nada. Son cosas de la administración de la Isla. No tienes nada que
temer.” Volvió a besarla y, antes de salir de la habitación, le guiñó un ojo a
Lynesse. “Esta noche.”
Cryton le estaba
esperando a la entrada de la sala. Con una leve reverencia, dejó a Jorah pasar
por delante. Éste tomó asiento a la cabeza de la gran mesa donde ya estaban
sentados los demás. “No me andaré con rodeos. Esta mañana he estado en el
bosque y he visto a unos furtivos cazando. Es algo insólito, mi padre nunca
tuvo este tipo de gente. ¿Alguien sabe algo de esto?” Los hombres se miraron
unos a otros con gestos interrogantes, encogiendo los hombros y susurrando
entre ellos. Cryton carraspeó y tomó la palabra. “Señor, el último verano no ha
sido demasiado cálido, parece que se acerca un largo invierno después de muchos
años de inviernos cortos. Las cosechas no han sido tan abundantes y la gente
busca alimento por otros sitios.” Jorah lo miró con los labios apretados.
“¿Sabías algo de esto, Cryton? ¿Por qué no me dijiste nada?” Cryton bajó la
cabeza. “Perdón, mi señor. No creí que llegaran a atreverse a cazar en los
bosques. Yo sólo tenía constancia de la escasez, pero nada más.” La gente
pasaba hambre y, sin embargo, todos le habían pagado sus rentas con
puntualidad. Se sintió culpable por el despilfarro de Lynesse otra vez. Pero ya
habían hablado de ello y se habían reconciliado. Se pasó la mano por la barba
para pensar. “Quiero que se reparta una décima parte del grano almacenado aquí
entre los arrendatarios de la Isla. Todos debemos apretarnos un poco el
cinturón.” Miró hacia Kyle. “Elige a cuatro o cinco de tus mejores hombres y
patrulla los bosques. Si encontráis a algún furtivo, lo traéis aquí. No quiero
más problemas.” Dicho esto, dio por terminada la reunión.
¿Qué tendrá el tónico? Me apuesto cien dragones de oro a que es té de luna, porque la rubia es capaz de no embarazarse para seguir tan mona de la muerte. Me ha gustado mucho el capítulo.
ResponderEliminarJulia Stark
Gracias ;) Es una estupenda, sí, qué le vamos a hacer :P
EliminarBueno, vamos por partes, lo primero de todo es que... ¡unos furtivos han matado a un Baratheon! ¡A un mini Baratheon! Malditos sean xD
ResponderEliminarSegundo... está clarísimo que ese frasco contiene té de la luna. Lo que no tengo tan claro es por qué la amiga Paris no quiere tener hijos con el oso castañoso, ¡si saldrían monísimos! A lo mejor es para no perder la figura como dice Julia, pero creo que la Hilton esconde algo más oscuro, jum...
Y tercero... verás la tipa que pronto se pasa por el Arco del Triunfo eso del ahorro. Al final nada de dinero y todos matando Baratheoncitos por ahí.
Pues sí, con un Jorah con el físico de Iain Glen feos no iban a salir, pero...
EliminarAy que el pueblo pasa hambre!!!!!! Mala cosa, y Paris con los fastos y el boato, no puedo con ella.
ResponderEliminarTé de la luna... Qué mujer más cochina por dentro.
Va a haber problemas, lo huelo.
Me ha gustado mucho xDDDD
Cristina.
PD: Parezco un telegrama, jajaja ;)