Maege se presentó allí
tres semanas después de que la pareja llegara. Esta vez venía sin nadie más que
dos hombres de armas. No hubiera sido de gusto traer a Dacey, rechazada por
Jorah unos meses antes.
Estaba nervioso ante la
visita. Su tía era una mujer muy franca y Jorah temía que mirara a Lynesse como
a una yegua en el mercado, examinándole hasta los dientes para ver si era digna
de ser una Mormont. Lynesse, por su parte, estaba muy tranquila. Vestida con
lujo aunque con recato, lucía muy bonita. Ambos esperaban a Maege en el salón
principal cuando ésta fue anunciada.
Para la ocasión, Maege
se había vestido con una rara mezcla de ropas masculinas y femeninas. Llevaba
pantalones de terciopelo verde, botas de montar marrones y negras, mientras que
en la parte superior vestía un corsé negro con mangas verdes que realzaba su
generoso pecho. Al cuello le colgaba una gargantilla con un oso rampante. El
pelo lo llevaba suelto como siempre. Jorah vio a Lynesse tragar saliva y abrir
los ojos con expresión de asombro. Maege no dejaba indiferente a nadie. “A mis
brazos, sobrino. Deja que te dé mi enhorabuena por tu casamiento.” Lo besó en
ambas mejillas emocionada. Después puso sus ojos en Lynesse, que hizo una
reverencia muy cuidada y elegante. Maege respondió a la misma y le plantó otros
dos besos a su nueva sobrina. “Eres aún más bonita de lo que me dijo tu esposo
por carta. Desconocía el buen gusto de mi sobrino, jajaja.” Lynesse sonrió con
el rostro sonrojado. “Muchas gracias, mi señora. Espero estar a la altura de
sus expectativas.” Maege se aclaró la garganta. “Bueno, muchacha…” “Oh, no”, pensó Jorah, “Comienza el interrogatorio de mi tía…”
Puso los ojos en blanco y se encomendó a todos los dioses para que no fuera muy
dura con Lynesse. Maege continuó sin prestar atención a la cara de su sobrino.
“¿Qué te parece la Isla del Oso, Lynesse?” La muchacha respondió después de una
pausa. “Pues… fría, pero aquí dentro se está bien. Lo demás… no lo he visto.”
¿Había desinterés en su voz? Jorah contenía la respiración. “Sí, querida, esta
fortaleza está muy bien preparada. ¿Qué opinas de ella?” Lynesse paseó la
mirada por la estancia. “Es sencilla. Tengo en mente muchas ideas para
reformarla. He encargado telas, algunos muebles y otras cosas para darle un
aspecto más lujoso.” Maege miró de reojo a Jorah. “Si nos disculpas, sobrina,
quiero hablar a solas con tu esposo.” Lynesse abandonó el salón haciendo una
reverencia de nuevo.
Jorah conocía bien a su
tía. Su cara reflejaba disgusto. “Querido sobrino: hace un tiempo te dije aquí
mismo que no te iba a obligar a nada. Pero también te aconsejé que eligieras
bien a tu esposa.” “Sí, lo recuerdo perfectamente. También recuerdo que
pretendías casarme con mi prima, apenas una adolescente.” Nada más terminar de
decir la frase, se arrepintió. Era un reproche injustificado, un golpe bajo
asestado a su tía sólo porque intuía que a ella no le gustaba Lynesse. “Oh, sí,
una adolescente. Tu nueva esposa es toda una mujer, acabo de verlo. Sólo piensa
en hacer reformas en tu casa. Supongo que esto no le parecerá digno y querrá
buenas sillas en las que poner su suave trasero de seda.” La conversación
empezaba a tener un tono cercano a la discusión. “Si habéis venido aquí a
criticar a mi esposa, me veré obligado a invitaros a salir, con todos los
respetos.” Maege soltó una carcajada. “Bueno, bueno, no saquemos las cosas de
quicio. Sólo te cuento lo que veo. Tengo
muchos años y quiero que no te engañes. No digo que Lynesse sea una mala
esposa, sólo que me no parece tan comprometida con la Isla como Serana.” El
recuerdo de Serana era aún fuerte en su familia. Había sido una compañera
ideal, consejera de Jorah, dedicada al hogar, del que nunca se quejó. Se adaptó
a las costumbres de los Mormont desde el primer día y jamás reprochó a Jorah la
austeridad con la que vivían. En el fondo, su tía tenía razón: Lynesse venía de
una familia muy rica y estaba acostumbrada al lujo, pero él no la engañó cuando
le propuso matrimonio, y ella estaba enamorada, así se lo había dicho en
Lannisport. “Tía, sé que Lynesse amará la Isla tanto como lo hizo Serana. Me
ama a mí y eso es lo mismo. Dale tiempo, sólo lleva aquí unas semanas. ¿Es que
no te alegras de verme feliz? Es lo que deseabas la última vez que viniste
aquí.” Maege lo abrazó inesperadamente. “Oh, Jorah, perdona a esta vieja. En
unos años me estaré arrepintiendo de todo lo que te he dicho mientras cuatro o
cinco niños Mormont me rodean las piernas.” Él aceptó las disculpas y se rió
ante el comentario sobre los niños. “Bueno, bueno, demos un respiro a Lynesse.
Aunque sé que ella me dará un heredero.”
Me declaro fan incondicional de Maege. Ya me gustaba en el libro, pero en este fic todavía me gusta más. Es grandiosa y dice las cosas sin pelos en la lengua, tal y como ella lo ve. Más razón que un santo tiene.
ResponderEliminarLa Paris Hilton lo único que quiere son comodidades. Pa eso que se hubiera casado con un Lannister, que son los ricos de Poniente, jajaja.
Yo es que a Maege me la imagino así, una mujer sincera y sin complejos para hablar e.e
EliminarLa Paris Hilton era de familia rica, casi tanto como los Lannister. La verdad es que no sé qué narices pensaba cuando se casó con Jorah, tan sencillo él :3 Los caprichos de niña rica, está claro.
#MaegeTeam jajaja. Ole sus pelotas!!!!!
EliminarMe ha encantado lo de Paris Hilton ;)
Jorah, haz caso a tu tía y deja a la Paris....que te va a dejar a dos velas.
ResponderEliminarJulia Stark
Me ha gustado mucho este capítulo, en unos cuantos trazos has dibujado perfectamente hacia dónde tira cada uno (de qué pie cojea)...
ResponderEliminarY eso es otra cosa que me encanta de cómo escribes, lo bien definidos que están los personajes siempre.
Voy a por el otro!!!! Quiero MÁS.
Cris :DDD