Era el segundo día de justas. La jornada
anterior Jorah estuvo muy acertado en sus enfrentamientos. Aunque se había
sentido nervioso bajo la atenta mirada de la joven Hightower, de la que aún no
sabía ni el nombre, el deseo de coronarla como Reina del Amor y de la Belleza
le hizo poner mucho empeño para ganar sus combates.
Esa
mañana había llegado a Lannisport la reina Cersei. Iba acompañada de un séquito
de damas y de su hijo Joffrey. Jorah observó que el niño era muy rubio, como su
madre, y no moreno como Robert. Cersei estaba muy seria, con la cara pálida y
los ojos brillantes, como a punto de llorar. A Jorah le dio la sensación de que
no era una mujer feliz en su matrimonio y sintió pena por ella.
A
pesar de que todo el mundo admiraba la indiscutible belleza de la reina, Jorah
sólo tenía ojos para la muchacha de la que se había prendado. Ésta ya estaba
sentada en la grada en compañía de su padre. Para la ocasión se había dejado el
pelo suelto y vestía un traje azul cielo con bordados en hilo de oro. Reía ante
las palabras que Lord Hightower le decía al oído y de vez en cuando dirigía sus
ojos hacia Jorah con disimulo. Él prefirió concentrarse en el reto que le
esperaba: Thoros de Myr, con el que se vería las caras en la justa final al ser
los dos únicos hombres en tener la misma cantidad de puntos.
Thoros
era un caballero temible. Usaba su espada de fuego valyrio para asustar a los
caballos de sus oponentes, pero esta vez el enfrentamiento era con lanza. Si lo
derribaba a la primera y el golpe era fuerte, Jorah evitaría luchar con él en
la arena. Era difícil, pero el simple hecho de querer ser el campeón le llenaba
de optimismo. Deseaba ver la cara de la joven cuando la coronara, su sonrisa y
sus ojos alegres, mirándolo sólo a él...
Se acercó al palco
donde ella estaba y, sin saber ni cómo, le solicitó una prenda. La muchacha se
ruborizó y a Jorah le pareció que estaba aún más bonita. Tras consultar con su
padre, sacó un pañuelito bordado de su manga y lo ató en la punta de la lanza.
Él le agradeció el gesto asintiendo con la cabeza. Estaba muy emocionado y
hasta nervioso. Si ella había accedido a darle la prenda era porque tenía algún
interés en él. ¿Sería posible? Ya no era ningún jovenzuelo imberbe, el pelo
empezaba a escasearle en la frente y tenía algunas arrugas en el rostro. Nunca
se había considerado un hombre guapo, aunque Serana le repetía mil veces que
para ella no existía otro más apuesto en los Siete Reinos. Rió al recordar las
palabras que le decía su esposa: “¡Ni el
lampiño del príncipe Rhaegar, con sus ojos azul índigo y su pelo plateado, es
comparable a mi oso castaño!” Cuánto la había echado de menos todos esos
años… Y ahora creía haber encontrado de nuevo el amor, aunque no sabía si era
correspondido.
Se situó en el punto de
salida. El caballo se movió inquieto y el lo calmó con una suave palmada en el
cuello. “No me falles ahora, tengo que ganar este torneo”, le susurró. Thoros
de Myr se encontraba en el otro extremo esperando la señal. Un toque de
trompeta y la bajada de un estandarte indicaron el momento. Jorah clavó las
espuelas en su montura y se lanzó a galope. Llevaba la lanza un poco alta para
golpear a Thoros en la cabeza. Éste, por su parte, apuntaba hacia el pecho.
Jorah se percató de que el peto sobresalía más que el yelmo, por lo que él
recibiría antes el golpe. Debía cambiar su estrategia en pocos segundos. Estiró
el brazo aguantando el peso de la lanza y consiguió golpear a su adversario por
encima del cuello mientras repelía un impacto con el escudo. Thoros se tambaleó
sobre su silla sin llegar a caer, aunque el yelmo se había visto afectado y un
hilillo de sangre caía de él. Había sido un buen ataque, pero no consiguió
derribarlo. Volvieron a tomar posiciones. “Esta
vez no puedo errar el golpe. Creerá que lanzaré mi ataque a su cabeza otra vez,
pero lo haré al pecho”, pensó. Con un grito animó a su caballo y puso la
lanza con la punta en alto. En el último momento la bajó y oyó cómo Thoros caía
al suelo, con el peto aplastado. Apenas podía moverse y Jorah temió por la vida
de su contrario. La lanza de Thoros se había partido contra la valla de madera.
Jorah descabalgó con intención de sacar su espada, pero Thoros levantó una mano
en señal de rendición. “El torneo es vuestro, creo que me he roto una pierna,
Ser Jorah. Sois un buen caballero.” El ganador se quitó el yelmo y se secó el
sudor, sorprendido por su victoria. Dio la mano a Thoros y dejó que lo
atendieran de sus heridas, que por fortuna no eran graves.
El público estaba eufórico,
aplaudiendo al campeón de las justas. Jorah subió de nuevo al caballo y trotó
delante de la grada, saludando con la cabeza un poco avergonzado. A él sólo le
interesaba ver a la joven Hightower. Ella aplaudía y sonreía con lo que parecía
orgullo por ver al caballero que llevaba su prenda victorioso.
Llegó hasta el lugar
donde estaba depositada la corona de flores para la Reina del Amor y de la
Belleza. La tomó con delicadeza y se dirigió hacia su doncella. Todo el mundo
bajó la voz para no perder detalle del momento más emocionante del torneo.
Llegado a su altura, pidió permiso al padre de la joven para coronarla. “Señor,
os solicito el honor de coronar a vuestra hija como la Reina del Amor y de la
Belleza del torneo de Lannisport.” Lord Hightower asintió. “El honor es
nuestro. Aquí tenéis a Lynesse, mi hija menor.” Así que se llamaba Lynesse, un
nombre precioso para una muchacha preciosa. Ella bajó la cabeza esperando su
trofeo. Jorah le colocó la corona con cuidado y se quedó mirando su cabello, a
la espera de que Lynesse levantara los ojos. Cuando lo hizo, pudo comprobar que
tenía los ojos claros, de color miel, y una boca muy sensual. La muchacha
mostró sus dientes blancos en una tímida sonrisa y Jorah pensó que iba a perder
el conocimiento por los nervios. Ya no tenía escapatoria. Necesitaba tener a
Lynesse cerca y sólo había una manera de conseguirlo.
HA GANADO! HA GANADO! HA GANADO! Yo iba con él!!! Yupi!!!!!
ResponderEliminarAy que sólo hay una manera! Cuál es la manera?????? Este se nos casa jajajaja. AGDFSGÑNMAGSA.
Cómo me ha gustado! Yo no sé escribir torneos y batallas y cosas de estas, fangirleo un montonazo.
Y ahora lo mejor: CERSEI que va con Joffrey y tiene cara de pena mi chicota, pobre, y Jorah que bueno que es, que hasta se da cuenta de que no es feliz. Gracias por ponerla de una forma tan bonita. Mira que quiero a Pajarito... Pues a esta mujer aunque no tanto, cada día la quiero más.
Gracias por haber hecho el esfuerzo, especialmente hoy, de publicar el capítulo.
Mis mejores deseos a todos los niveles #TúMeEntiendes.
Cristina. Muak!!!!!
¡Jorah coronando a su Reina! ñadsjfañsjfñajss Los torneos y batallas me superan, en serio. Gracias por tu comentario.
EliminarA Cersei hay que comprenderla, que la pobre tiene lo suyo u.u
En cuanto a la publicación, siempre me gusta dejarlos preparados el día antes. Ayer no lo hice y hoy me ha surgido un imprevisto que me ha tenido fuera de casa hasta ahora. Si lo hubiera tenido en borrador, con meterme en blogger y publicar estaba listo, pero no lo tenía y hasta que no he llegado a mi casa no he podido copiar el texto y publicarlo. Mi manía de ser fiel a mis lectores, jajaa.
Un besico.
Me encanta cómo escribes los torneos y las batallas. Haces que parezca super sencillo y nos dejas a nosotras las lectoras embobadas sin poder dejar de leer. Chapó *me quito el sombrero imaginario* xD
ResponderEliminarY bueno, parece que a la chiquilla no le desagrada nuestro hombre, al menos no físicamente. Y al señor Hightower tampoco le parece muy mal la idea. Pero... ya se verá xD
Por cierto, me ha hecho mucha gracia esa frase de Serana, jajaja. "Su oso castaño". Ay Serana, ella sí que sabía valorar a su hombre.
Vaya, pues gracias :) Nunca me convencen este tipo de capítulos, pero veo que gustan :D
EliminarLa chiquilla... Ay, la chiquilla... è.é
Con Serana he querido hacer un homenaje a las que nos gusta el Oso, con sus pelos y su todo :3
Esta genial, casi me da algo con la justa contra Thoros de Myr. Y está enamorado hasta las trancas. Dile a Jorah que no es oro todo lo que reluce.
ResponderEliminarJulia Stark
Está atontao. Yo se lo digo, pero no hay manera.
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