De nuevo estaba en un campamento militar.
Algunos de los soldados eran los mismos que guerrearon hacía seis años. Otros
era apenas unos jovenzuelos que iban a ver la muerte cara a cara por primera
vez. Una guerra, fuera o no por una causa justa, era siempre un horror a los
ojos de Jorah. Había matado a gente en la anterior, pero no conseguía superar
la sensación de asco y culpabilidad que ello le causaba.
Al
pasar por los distintos grupos de hombres que allí estaban, oyó cómo los más
veteranos fanfarroneaban de sus hazañas y cicatrices delante de los muchachos
imberbes, que escuchaban los relatos de masacres y sangre con las bocas
abiertas. Movió la cabeza con un gesto de desaprobación y siguió cabalgando
hacia la tienda de Eddard Stark, señalada con una gran bandera blanca decorada
con la cabeza de un lobo huargo gris. Estaba deseando ver al joven señor de
Invernalia, una persona con un sentido común excepcional en unos tiempos donde
esa cualidad no abundaba.
Una
vez que descabalgó, entró en la tienda. Eddard estaba en compañía de otra
persona que Jorah no reconoció al principio. Era un hombre muy corpulento, más
bien gordo, con el pelo muy oscuro y una barba negra y espesa. Jorah hizo una
reverencia ante su señor y al mirar al otro a los ojos, se dio cuenta de quién
era. ¡El rey Robert en persona! Había cambiado muchísimo. Poco quedaba de aquel
joven fuerte y hasta apuesto que vio asesinando a Rhaegar Targaryen en el
Tridente. Ahora era un hombre con sobrepeso, aunque su aspecto seguía siendo
imponente. Eddard invitó a Jorah a unirse a ellos. “Robert, éste es Jorah
Mormont de la Isla del Oso, banderizo mío.” El rey le puso una mano en el
hombro para que se alzara. “Sí, os conozco del Tridente. Estabais cerca de mí
cuando me enfrenté al príncipe dragón, ¿verdad? Me pareció que os acercabais al
cadáver de ese bastardo malnacido…”, dijo Robert con un gesto muy serio. Jorah
se puso blanco, no sabía qué decir. ¿Lo habría visto sacar la cabeza de Rhaegar
del agua? Él era mayor, pero Robert era el rey, así que no pudo evitar
manifestar cierto nerviosismo. De repente, el monarca estalló en una sonora
carcajada. “¿Qué os ocurre? ¿Acaso creéis que os voy a someter a un
interrogatorio? Relajaos… Rhaegar está muerto, aunque no he acabado aún con esa
ralea de dragones. Algún día…” Eddard le dio una palmada en la espalda para
sacarlo de esos pensamientos. Robert reaccionó y sonrió a su amigo. “Bueno,
olvidemos guerras pasadas y centrémonos en las actuales. No creo que tengamos
demasiados problemas para acabar con la ridícula rebelión de los krakens de
Pyke. Siempre me he preguntado a qué sabría un calamar frito, jajajajaaaa.”
Jorah sonrió ante la ocurrencia de Robert. No le parecía un mal hombre, pero
tampoco le veía las cualidades para ser un rey.
Otros
hombres se unieron a la reunión para discutir la estrategia a seguir. Los
Greyjoy habían lanzado una serie de ataques por sorpresa, siendo el más
efectivo la quema de la flota de los Lannister en el puerto de Lannisport, un
desastre para el bando de Robert. La incursión había estado dirigida por
Victarion Greyjoy, aunque el plan era de Euron, y permitió a Balon atacar
Varamar, aunque su hijo mayor, Rodrik, había muerto allí a manos de Lord Jason
Mallister y los krakens tuvieron que retirarse de la zona. A pesar de ese
contratiempo, los hermanos de Balon habían formado una piña en torno al
autoproclamado rey.
Stannis, hermano de
Robert y Consejero de Barcos, tenía sus propias ideas sobre lo que debían hacer
para contraatacar y aprovechar la derrota de los Greyjoy en Varamar. La superioridad
numérica y de recursos seguía siendo mayor que la de los rebeldes y aconsejó a
Robert usarla para contraatacar, tendiendo una trampa a la Flota de Hierro
cerca de Isla Bella. En esos momentos estaba explicando al rey la estrategia
que había ideado. Jorah también seguía las indicaciones con atención,
percibiendo en Stannis una gran inteligencia y seguridad en sí mismo. Era un
joven de rostro muy serio y se le veía muy pulcro y recto. No parecía hermano
de Robert por su actitud. La altura, el color de los ojos y del pelo, que
empezaba a escasear, revelaban que era un Baratheon, pero su manera de ser no
tenía nada que ver con la del rey. Cada vez que Robert decía una broma o reía
ante una ocurrencia de sus hombres, Jorah oía a Stannis rechinar los dientes y
lo veía bajar la cabeza como avergonzado. Tal vez hubiera sido mejor rey que su
hermano, porque parecía un hombre muy preparado. Pero no gozaba de la simpatía
de las gentes a las que comandaba y en eso Robert le ganaba la partida. El rey
tenía un encanto especial que terminaba por conquistar a todos, a pesar de sus
excesos y salidas de tono.
Una vez finalizada la reunión, Jorah salió de la
tienda donde se había desarrollado.
“Esperad un momento”, dijo alguien. Era Eddard. “No he podido expresaros
en persona mis condolencias por la muerte de vuestra esposa. Sé que ya ha
pasado mucho tiempo, pero quería que supierais que lamenté mucho lo sucedido.”
Jorah asintió agradeciendo el gesto. “Recibí vuestro cuervo desde Invernalia;
con eso ya me sentí honrado y acompañado en mi pérdida, mi señor.” Sin saber
qué decir, cambió ligeramente de tema. “Espero que vuestra familia esté bien.
Es duro dejar a los seres queridos, y más si se tienen hijos pequeños. Vos
tenéis dos, ¿no?” “Eh, sí, un niño y una niña, Robb y Sansa…”, contestó
dubitativo. “Al menos tenéis asegurada la continuidad de vuestra casa tras todo
lo ocurrido hace años…” Jorah notó que Eddard se había puesto serio. “Sí, sí.
Mi hijo mayor es un varón fuerte… Y tengo otro más.” Jorah no entendió sus
palabras. “¿No habéis dicho que era una niña?” El joven lobo miró hacia un
lado. “Tuve un bastardo durante la guerra y lo llevé a Invernalia. Se llama Jon
Nieve. Pero es tan Stark como mis otros hijos.” A Jorah le sorprendió la revelación.
En la Isla del Oso había escuchado rumores sobre cierto niño relacionado con
Eddard, pero nunca pensó que fueran reales. Y ahí estaba de nuevo su señor
contándole cosas que él no había pedido escuchar. Las pocas veces que se había
visto siempre habían sido durante guerras; sin embargo, Jorah sintió en esas
ocasiones una conexión muy fuerte con Lord Stark. Lo admiraba por su honradez y
sentido de la justicia y ambos coincidían en opiniones y pensamiento. Se alegró
de ser el banderizo de una persona tan digna como él.
Me ha encantado. Con Robert ya siendo el gordo borrachuzo que odia Cersei. Y Stannis, ese si tenia que haber sido el rey. Y Ned contando su secreto...a medias, pero ya cuenta. ¿Arya aún tarda un año más en nacer?. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarJulia Stark
Nacerá ese año, pero todavía no lo ha hecho :D
EliminarSansa ¡SALE SANSA! ¡Ahora sí que me muero de amor! Mi niña chica.
ResponderEliminar¡Qué asco de Robert! Por Dios bendito que cada vez puedo menos con él.
Y qué bueno lo de Stannis rechinando, jajajaja, me he reído un montón.
¿Ves como me haces mucho bien? Gracias por todo.
cristina <3
Si Stannis no rechina los dientes no es Stannis XD
ResponderEliminarSansa y Jaime son tus preferidos. Hay que sacarlos siempre que se pueda ;) Los guiños a las lectoras fieles hay que mantenerlos :3
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ResponderEliminarEsa fue mi primera impresión al leer el capítulo. Ahora voy a serenarme un poco más xD
Bueno, desde el momento en el que me dijiste que tenías que relatar la rebelión de los Greyjoy en el fic pensé en este momento. En el momento de gloria de mi hombre. Por todos los dioses, como me gusta. Esa madera de líder como consejero de barcos pero siempre quedando en un segundo plano porque su hermano mayor es el que ordena, siempre obedeciendo a pesar de que no acepta el comportamiento de Robert, ese rechinamiento de dientes y esa mirada. ESA FOTO. Ainssssssssssss, que me vuelvo loca xD
Y luego encima me pones una foto de Eddard en sus tiempos de la Tierra Media xD Confesando su "engaño" a Jorah... este hombre tampoco ha tenido una vida muy feliz, aunque al menos tuvo la suerte de tener un buen matrimonio.
P.D.: Mis ovarios aún sufren después de aquel infarto.
Stannis es tu debilidad, no hay más que leerte. Cuando vi que salía en la rebelión, fue presta a buscar fotito para ilustrar el capítulo. Sabía yo que esa imagen iba a provocar un incendio uterino en ti, jajaja.
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