Este fic contiene recreación y especulación sobre hechos del pasado. No tiene spoilers. Todos los lugares y personajes pertenecen a G.R.R. Martin excepto los creados por mí.

lunes, 12 de agosto de 2013

Capítulo 10


Estaba en el Tridente, en el Forca Verde, reconocía el lugar a pesar de la bruma. Oía a los soldados gritar a su alrededor y olía a sangre. Se giró para estudiar su situación y vio a dos hombres luchando en el río. Uno llevaba un yelmo con cuernos de venado y portaba un martillo, y el otro vestía una armadura negra decorada en el pecho con rubíes. El del yelmo lanzó un golpe mortal sobre el otro caballero, que se desplomó chorreando sangre, la cual salía a borbotones de su corazón herido. Jorah se oyó a sí mismo gritar “¡Nooooooooooooooo!” y correr hacia el joven de la armadura oscura, que se hundía en el agua. Cuando llegó hasta el lugar, no conseguía encontrarlo. Tanteó el lecho del río y dio con algo por fin. Cuando lo sacó vio que era una especie de huevo cubierto por unas escamas negras y  brillantes. Quemaba al tacto y lo arrojó lejos de sí. Se revolvió inquieto buscando la orilla, pero la niebla lo ocultaba todo. Agobiado, lanzó un grito desesperado. Una mano lo zarandeó con fuerza. “¡Despierta, Jorah!”

            Abrió los ojos de repente. Una luz tenue iluminaba la estancia. El sudor le corría por la cara y sentía el cuerpo húmedo también. “Has tenido una pesadilla. Hacía tiempo que no te pasaba.” La voz venía de alguien que estaba cerca de él. Era Serana. “Dioses, era tan real… Siento haberte asustado. No sé qué me ha pasado.” Las pesadillas habían remitido al año de su regreso de la guerra. No entendía por qué ahora volvían. Y ésa no era la primera vez desde entonces, pero parecía que Serana no se había percatado hasta ese momento. Además, ésta tenía un componente nuevo: el objeto extraño que sacó del río, ese huevo grande y caliente.
            Jorah apoyó un codo en el colchón, mientras que acariciaba el vientre ya abultado de su esposa con la mano. “A lo mejor debería irme a dormir a otra habitación. No te conviene llevarte estos sustos…” La muchacha le puso un dedo en los labios. “No seas necio. Si no llego a estar aquí, creo que te hubiera dado un ataque.” Lo besó en la punta de la nariz. “Además, no me he asustado. Ni él tampoco”, dijo mirando la barriga. Ésta se movió de pronto y ambos lo notaron. “¡Eh, se mueve, se mueve!”, exclamó Jorah emocionado. Serana asintió contenta. “Pues claro. Está sano y quiere salir a conocer a su padre. Nuestro pequeño Jeor será un guerrero, como tú.” “¡Jeor! Es todo un detalle por tu parte, Serana. Te lo agradezco de veras. Eres demasiado buena conmigo.” La abrazó y así se quedaron durmiendo. Esa noche no volvió a tener pesadillas.
            Se despertó en la misma postura en la que se había dormido, pero el lado de la cama de Serana estaba vacío. Se levantó después de estirar los músculos entumecidos y se lavó la cara y el torso con agua fresca que vertió en una palangana. Después se vistió de manera informal, ya que ese día no tenía ninguna reunión importante y bajó a desayunar.
            Las sirvientas agacharon las cabezas en señal de respeto cuando Jorah entró en la cocina. Una de ellas le ofreció llevarle el desayuno al gran salón, pero el declinó la oferta. “Comeré cualquier cosa que me deis, no os preocupéis. Lo primero que quiero es ver a mi esposa.” Salió de la cocina y se fue directamente al septo. Pero Serana no estaba allí y eso le extrañó. ¿Dónde podía estar tan temprano y en su estado? Se cruzó con un mozo de cuadras que lo saludó con una leve inclinación. “Troy, ¿has visto a mi esposa?” “Sí, mi señor, la he visto salir hacia el bosque.” ¿Pero cómo se le ocurría hacer una cosa así sin decirle nada? Enfadado, tomó un caballo de las cuadras y galopó hacia la espesa arboleda.
            Pronto divisó la silueta de su mujer. Iba acompañada del maestre de la fortaleza. “¡Serana!”, gritó. Ella se volvió al oír su nombre. “¿Qué has venido a hacer aquí? ¡Me has asustado al no encontrarte en el septo!” Bajó del caballo y abrazó a su mujer con fuerza. “¡Jorah, por favor, no me dejas respirar, jajaja!” Se zafó de su abrazo. “¿De qué tenías miedo? El maestre me ha recomendado caminar un poco cada día para fortalecer los músculos que me ayudarán a la hora del parto.” Jorah dirigió su mirada hacia el maestre, buscando su aprobación. Éste asintió con cara de confianza. ¿Qué le estaba pasando? Se estaba volviendo loco con el nuevo embarazo, vivía atemorizado por lo que pudiera pasarle a su mujer y a su hijo y, para colmo, las pesadillas de la guerra habían vuelto. Tenía que apartar todos esos pensamientos negativos de su cabeza. “No tienes que temer nada. Cuando nazca el pequeño Jeor y contemples su carita verás que todos tus miedos son infundados.” Jorah quiso creerla, pero en el fondo de su corazón seguía teniendo la sensación de que algo no iba bien.

6 comentarios:

  1. Madre mía! Jorah tiene la visión verde de Jojen. Y ha visto a Drogon huevo. Está muy bien, aunque Jorah está muy asustado, pero debe ser normal.

    Julia Stark

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    1. Son sólo sueños con ciertas premoniciones :P Lo mismo me he pasado u.u

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  2. No te has pasado para nada. ME ENCANTAN los sueños premonitorios; cada vez que los leo digo: ¡Guau que sé de lo que habla! están genial, porque no dices pero dices, porque se intuye... DÉJALOS PLEASE.

    Ay que a este le ha dado un algo de que el bebé... Yo también he pensado que son demasiado felices y algo les va a pasar, pero quiero que el niño nazca bien... Esa mujer no puede perder más hijos sin volverse loca.

    Quiero leer el de mañana YA, jajajaja.

    Grande.

    Cristina :DDDD

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    1. Jaja, gracias guapa. Ya sabes lo que me gustan esos pequeños guiños.

      Mañana viene un capítulo importante e.e

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  3. No te has pasado, mujer. Si en esta saga todo el mundo tiene sueños premonitorios, pasa que Jojen se las da de muy listo xDDD

    Pobre Jorah, está demasiado preocupado por su mujer y tiene la sensación de que algo no va a salir bien... lo malo es que a mí me pasa lo mismo :S

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    1. Meñique también tuvo los suyos, ejem...

      Mal rollito, sí. Este oso nació para sufrir...

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