Estaba en el Tridente, en el Forca Verde, reconocía el lugar
a pesar de la bruma. Oía a los soldados gritar a su alrededor y olía a sangre.
Se giró para estudiar su situación y vio a dos hombres luchando en el río. Uno
llevaba un yelmo con cuernos de venado y portaba un martillo, y el otro vestía
una armadura negra decorada en el pecho con rubíes. El del yelmo lanzó un golpe
mortal sobre el otro caballero, que se desplomó chorreando sangre, la cual
salía a borbotones de su corazón herido. Jorah se oyó a sí mismo gritar “¡Nooooooooooooooo!” y correr hacia el
joven de la armadura oscura, que se hundía en el agua. Cuando llegó hasta el
lugar, no conseguía encontrarlo. Tanteó el lecho del río y dio con algo por fin.
Cuando lo sacó vio que era una especie de huevo cubierto por unas escamas
negras y brillantes. Quemaba al tacto y
lo arrojó lejos de sí. Se revolvió inquieto buscando la orilla, pero la niebla
lo ocultaba todo. Agobiado, lanzó un grito desesperado. Una mano lo zarandeó
con fuerza. “¡Despierta, Jorah!”
Abrió los
ojos de repente. Una luz tenue iluminaba la estancia. El sudor le corría por la
cara y sentía el cuerpo húmedo también. “Has tenido una pesadilla. Hacía tiempo
que no te pasaba.” La voz venía de alguien que estaba cerca de él. Era Serana.
“Dioses, era tan real… Siento haberte asustado. No sé qué me ha pasado.” Las
pesadillas habían remitido al año de su regreso de la guerra. No entendía por
qué ahora volvían. Y ésa no era la primera vez desde entonces, pero parecía que
Serana no se había percatado hasta ese momento. Además, ésta tenía un
componente nuevo: el objeto extraño que sacó del río, ese huevo grande y
caliente.
Jorah apoyó
un codo en el colchón, mientras que acariciaba el vientre ya abultado de su
esposa con la mano. “A lo mejor debería irme a dormir a otra habitación. No te
conviene llevarte estos sustos…” La muchacha le puso un dedo en los labios. “No
seas necio. Si no llego a estar aquí, creo que te hubiera dado un ataque.” Lo
besó en la punta de la nariz. “Además, no me he asustado. Ni él tampoco”, dijo
mirando la barriga. Ésta se movió de pronto y ambos lo notaron. “¡Eh, se mueve,
se mueve!”, exclamó Jorah emocionado. Serana asintió contenta. “Pues claro.
Está sano y quiere salir a conocer a su padre. Nuestro pequeño Jeor será un
guerrero, como tú.” “¡Jeor! Es todo un detalle por tu parte, Serana. Te lo
agradezco de veras. Eres demasiado buena conmigo.” La abrazó y así se quedaron
durmiendo. Esa noche no volvió a tener pesadillas.
Se despertó
en la misma postura en la que se había dormido, pero el lado de la cama de
Serana estaba vacío. Se levantó después de estirar los músculos entumecidos y
se lavó la cara y el torso con agua fresca que vertió en una palangana. Después
se vistió de manera informal, ya que ese día no tenía ninguna reunión
importante y bajó a desayunar.
Las
sirvientas agacharon las cabezas en señal de respeto cuando Jorah entró en la
cocina. Una de ellas le ofreció llevarle el desayuno al gran salón, pero el
declinó la oferta. “Comeré cualquier cosa que me deis, no os preocupéis. Lo
primero que quiero es ver a mi esposa.” Salió de la cocina y se fue
directamente al septo. Pero Serana no estaba allí y eso le extrañó. ¿Dónde
podía estar tan temprano y en su estado? Se cruzó con un mozo de cuadras que lo
saludó con una leve inclinación. “Troy, ¿has visto a mi esposa?” “Sí, mi señor,
la he visto salir hacia el bosque.” ¿Pero cómo se le ocurría hacer una cosa así
sin decirle nada? Enfadado, tomó un caballo de las cuadras y galopó hacia la
espesa arboleda.
Pronto divisó
la silueta de su mujer. Iba acompañada del maestre de la fortaleza. “¡Serana!”,
gritó. Ella se volvió al oír su nombre. “¿Qué has venido a hacer aquí? ¡Me has
asustado al no encontrarte en el septo!” Bajó del caballo y abrazó a su mujer
con fuerza. “¡Jorah, por favor, no me dejas respirar, jajaja!” Se zafó de su
abrazo. “¿De qué tenías miedo? El maestre me ha recomendado caminar un poco
cada día para fortalecer los músculos que me ayudarán a la hora del parto.”
Jorah dirigió su mirada hacia el maestre, buscando su aprobación. Éste asintió
con cara de confianza. ¿Qué le estaba pasando? Se estaba volviendo loco con el
nuevo embarazo, vivía atemorizado por lo que pudiera pasarle a su mujer y a su
hijo y, para colmo, las pesadillas de la guerra habían vuelto. Tenía que
apartar todos esos pensamientos negativos de su cabeza. “No tienes que temer nada.
Cuando nazca el pequeño Jeor y contemples su carita verás que todos tus miedos
son infundados.” Jorah quiso creerla, pero en el fondo de su corazón seguía
teniendo la sensación de que algo no iba bien.
Madre mía! Jorah tiene la visión verde de Jojen. Y ha visto a Drogon huevo. Está muy bien, aunque Jorah está muy asustado, pero debe ser normal.
ResponderEliminarJulia Stark
Son sólo sueños con ciertas premoniciones :P Lo mismo me he pasado u.u
EliminarNo te has pasado para nada. ME ENCANTAN los sueños premonitorios; cada vez que los leo digo: ¡Guau que sé de lo que habla! están genial, porque no dices pero dices, porque se intuye... DÉJALOS PLEASE.
ResponderEliminarAy que a este le ha dado un algo de que el bebé... Yo también he pensado que son demasiado felices y algo les va a pasar, pero quiero que el niño nazca bien... Esa mujer no puede perder más hijos sin volverse loca.
Quiero leer el de mañana YA, jajajaja.
Grande.
Cristina :DDDD
Jaja, gracias guapa. Ya sabes lo que me gustan esos pequeños guiños.
EliminarMañana viene un capítulo importante e.e
No te has pasado, mujer. Si en esta saga todo el mundo tiene sueños premonitorios, pasa que Jojen se las da de muy listo xDDD
ResponderEliminarPobre Jorah, está demasiado preocupado por su mujer y tiene la sensación de que algo no va a salir bien... lo malo es que a mí me pasa lo mismo :S
Meñique también tuvo los suyos, ejem...
EliminarMal rollito, sí. Este oso nació para sufrir...