Lo tenían todo listo
para partir esa noche. Lynesse consiguió hacer un equipaje bastante ligero,
algo que Jorah agradeció. Él apenas llevaba nada de ropa, pero cogió unos
cuantos libros de la biblioteca sobre canciones e historias de los Siete
Reinos. Cuando su mujer le preguntó para qué quería eso, él respondió que deseaba
que su hijo conociera su origen a pesar de ser unos exiliados. Pero ésa no era
la única razón por la que se llevaba esos tomos viejos y gastados. Había otra
secreta que nunca revelaría a Lynesse ni a nadie.
A medianoche la
fortaleza estaba en silencio. Los hombres de Lord Eddard montaban guardia fuera
y en los alrededores, pero no en el bosque ni en la playa. Cryton llamó a la
puerta del dormitorio con sigilo. “Pasa, Cryton, estamos preparados.” El hombre
abrió y les indicó con un gesto que los siguiera.
El peligro estaba en el
patio. Había que salir hacia las cuadras para entrar al pasadizo. Por el día no
era extraño que la gente estuviera yendo y viniendo, pero a esas horas
cualquier movimiento sería sospechoso. Cryton apagó la antorcha que los
iluminaba y se adelantó para comprobar que todo estuviera despejado. Les hizo
un señal con un pañuelo y cruzaron de puntillas. En las cuadras, los caballos
cabecearon inquietos. “Shhh… tranquilos…”, susurró Jorah. Uno de los norteños
se acercó al oír ruido en las caballerizas. Lynesse gimió y Jorah le tapó la
boca mientras contenía la respiración. El hombre no llegó a entrar, pero se
quedó en la puerta unos minutos interminables. Cryton se había ocultado cerca
de la boca del túnel, disimulada tras un montón de paja. Una rata cruzó la
cuadra y salió por la puerta. “¿Así que eras tú, pequeña bastarda? ¡Aquí tienes
mi saludo de buenas noches!” Se oyó un sonido metálico y un pequeño chillido. “Si cree que hay ratas, no sospechará del
ruido en la cuadra”, pensó Jorah. Los pasos se alejaron hacia el patio. Era
el momento.
La pareja salió de su
escondite y se acercó a la paja. Cryton había abierto un hueco que dejaba al
descubierto la entrada. Sin decir ni una palabra, Jorah y él se fundieron en un
abrazo cargado de emoción. Nunca más volverían a verse y lo sabían. No miró
hacia atrás cuando se dejó caer en el interior del túnel oscuro como la boca de
un lobo.
Recorrieron los túneles
iluminándose con un candil que Jorah había dejado preparado. Tardaron más de lo
previsto porque Lynesse paraba muy a menudo, pero consiguieron salir al bosque
cuando aún estaba de noche. Tenían que esperar a que amaneciera para seguir su
camino, por lo que buscaron refugio bajo un saliente rocoso. Se envolvieron en
unas mantas para conciliar un poco el sueño y entrar en calor. Encender un
fuego era revelar su presencia y Lynesse temblaba por el frío. Jorah se pegó a
ella, envolviéndola con su propia manta. Le besó el cuello y una oreja. La
proximidad de su cuerpo todavía le provocaba una excitación incontrolable,
aumentada por el nerviosismo de la fuga. Subió una de sus manos por la cintura
de Lynesse hasta alcanzar el pecho. Ella respiró profundo, respondiendo a las
caricias de Jorah. “Si te molesta, dímelo. Sé que las mujeres embarazadas
tienen los pechos muy sensibles.” Lynesse no dijo nada. Se volvió hacia él y lo
besó en la boca. Hacer el amor era una manera de entrar en calor tan buena como
otra cualquiera.
Cuando empezó a
clarear, Jorah se despertó. Lynesse no estaba a su lado, sino revolviendo dentro
de sus vestidos, buscando algo con desesperación. “¿Qué buscas?” Ella se
sobresaltó. “Oh, nada, sólo me aseguraba de que llevaba todo lo que quería”,
respondió ocultando algo con una de las faldas. Comieron unas frutas como
desayuno y emprendieron el viaje a través del bosque. Tras varias horas de
camino, vieron una pequeña granja en la que Jorah compró dos caballos. Pagó más
por ellos de lo que valían, pero al menos no tendrían que ir a pie. Lynesse se
quejaba de que tenía ampollas en las plantas y dolor en la espalda. Era
demasiado trabajo para una mujer embarazada y Jorah temió por su hijo.
Pasaron más de quince
días hasta que alcanzaron la costa oriental. Mientras Jorah iba a hacerse con
unos pasajes, Lynesse se quedó en la posada. Se encontraba mal esa mañana y
Jorah lo achacó a las molestias propias del embarazo. Cuando volvió, la mujer
no tenía mejor aspecto. Jorah buscó en los bártulos de su mujer algún remedio
para quitarle el malestar. No quería agobiarse con ese nuevo problema, pero la
idea de perder a su hijo le espantaba. Sacó el botecito opaco del equipaje de
su esposa. “¿Por qué llevas esto? No tendrás tu sangre en muchos meses.” Su
esposa abrió mucho los ojos. “Lo sé, pero cuando el niño nazca volveré a
tenerla y es un tónico muy bueno y no sé si lo encontraré adonde vayamos." Le sonrió. "Se me pasará, no te preocupes.” Jorah asintió sin mucho convencimiento. Si Lynesse abortaba, jamás se lo perdonaría.
Querido Jorah:
ResponderEliminarComo seguidora fiel de tu fic, sólo te diré una pequeña frase: el tónico es té de luna atontao, la Paris Hightower no está embarazada y te ha metido en un lío de narices. abandonala, vuelve a la Isla y puede que el descabezado te deje aún ir al Muro
Gracias por leer atentamente mi carta. Espero que vengas a España y mandes a freír a las rubias.
Atentamente
Julia Stark
Como ésta le he mandado yo mil y nada. Para matarlo, ¿eh? XDDDD
EliminarJajajaja, #JuliaCrack
ResponderEliminar¡¡Qué tensión he sentido!!.
Los libros tienen que ver con su mujer???? Con la de verdad digo, no con esta; es lo que ha venido a mi mente nada más leerlo.
Mala mujer la Paris, y él ya no es que sea bueno y confiado, es que es lo que en Ávila llamamos SOPAZAS, aunque al final del capítulo, por fin parece que algo se huele en algún sentido.
¿Sabes? Sé que queda poquito ya... Aun así ¡NO QUIERO que se acabe! Todos tus fics me han gustado siempre, pero este no sé por qué, me ha tocado el corazón de una manera especial. Ya quería al personaje, ahora le quiero más todavía. Ojalá al final de la saga Martin haga algo bueno con él.
Cristina <3
Me alegra saber que te gusta el personaje a pesar de que es demasiado confiado. Al ir escribiendo, me daba cuenta de lo triste que es su historia. Yo también espero que Martin sea justo con él :3
EliminarYa lo dije yo, que esa mujer no está embarazada, que ha usado esa mentira como argumento para no quedarse sola en la Isla del Oso porque sino Maege se la comía con papas fritas.
ResponderEliminarY Jorah de bueno que es, es tonto. No se puede ser tan inocente, que ha visto el botecito ese mil veces ya, y curiosamente la otra siempre se pone nerviosa cuando la descubre. Pero nada, que no se da cuenta... aggg, me crispa.
Aunque como dice mi querida Cris, espero que Martin guarde algo bueno para él porque ha tenido una vida de lo más triste y miserable.
Tú también eres muy querida para mi, Elora.
ResponderEliminarAcabo de leer tu respuesta a mi comentario, Athena... A lo mejor le quiero tanto, porque yo soy así... y me acabo de asustar.
Cristina.