Este fic contiene recreación y especulación sobre hechos del pasado. No tiene spoilers. Todos los lugares y personajes pertenecen a G.R.R. Martin excepto los creados por mí.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Capítulo 31


Con la excusa de dejar todos sus asuntos en orden, Jorah consiguió tener varios días a su disposición antes de partir hacia el Muro. Junto a Lynesse planeó la estrategia de la fuga cuidadosamente.

La fortaleza de la Isla contaba con unos pasadizos que comunicaban con la costa y con los bosques circundantes. Habían estado cegados durante décadas, desde que Jeor Mormont mandó tapiarlos cuando el pequeño Jorah se perdió todo un día dentro de ellos en su afán de aventura. Ahora que iba a tener un hijo comprendía la desesperación de su padre cuando lo creía desaparecido para siempre en aquel laberinto. No podía dejar a Lynesse y a un bebé que aún no había nacido allí mientras que él vestía el negro.
Con ayuda de algunos de los trabajadores de la herrería, lograron abrir tres de los pasadizos. Jorah recordaba vagamente el lugar, pero sí sabía que existían ciertas señales y pistas para indicar el recorrido hacia las salidas. Consultó en la biblioteca y halló el viejo tomo donde se explicaba la construcción de la fortaleza. Cuando se perdió siendo niño, había estado mirando ese mismo libro durante semanas a escondidas de su padre, pero al no saber leer no pudo entender los códigos que explicaban las rutas a seguir. Ahora era distinto. Con el tomo en la mano, fue buscando los dibujos que guiaban hacia el bosque más cercano. En un día logró alcanzar una de las salidas ocultas entre la espesa vegetación. Para despistar a sus posibles perseguidores, optó por dejar una barca preparada en una de las playas, con unos bultos que se asemejaban a ocupantes. Sus hombres debían botarla cuando se diera aviso de su fuga mientras ellos huían por tierra.
Lynesse preparaba sus cosas en la fortaleza. “No te lleves demasiados vestidos, ni los más lujosos, porque levantarían sospechas. Necesitamos ir ligeros de equipaje. Con dos o tres mudas será suficiente.” Ella miraba a su alrededor sin decidirse por nada. “Es que me da tanta pena dejar todo esto aquí…” Jorah gruñó. “Esto es idea tuya, así que elige. O te quedas aquí con todos los lujos y yo me voy al Muro, o nos marchamos juntos con lo puesto. Date prisa y escoge bien.” Ella sollozó. Jorah se acercó y la rodeó con sus brazos. “Lo siento, es que estoy muy nervioso.” Le secó una lágrima con el dedo. “Tengo dinero suficiente para el viaje. Será trabajoso atravesar la región, pero alcanzaremos la costa oriental en pocas semanas. Has de estar preparada para unos días algo duros.” Lynesse asintió obediente. Jorah le puso la mano en el abdomen, aún liso. “Nuestro hijo será libre y tendrá a su padre. Te lo prometo.”
La dejó haciendo su equipaje y se fue hacia el bosque, seguido de cerca por los hombres de Invernalia. No le dejaban ni un momento a solas, salvo dentro de su casa. Quería hacer una última cosa antes de abandonar para siempre la Isla del Oso, algo íntimo que ni siquiera contaría a Lynesse. Bajo la atenta mirada de sus guardianes, recogió unas flores que habían resistido al frío en un claro muy querido para él. A la vuelta pudo quedarse solo un rato, que era lo que necesitaba.
Bajó a la cripta y llegó hasta la tumba de Serana. A escondidas de Lynesse, seguía honrando la memoria de su primera esposa, a la que nunca nombraba delante de la otra. “Mi verdadera esposa, la madre de mi hijo Jeor”, pensó mientras depositaba las flores a los pies de la estatua. Abandonar la Isla era doloroso, pero dejar allí los huesos de su mujer y su pequeño le estaba costando aún más. Era como romper definitivamente el vínculo con su vida pasada. Lloró por Serana como no lo había hecho ni el día de su entierro. “Perdóname, Serana. Una vez me concediste tu perdón y regresé con vida cuando lo que quería era morir. Pero hoy me voy para siempre y no merezco tu piedad. Te fallé antes y sentiré que te he fallado cuando muera, lejos de ti y de nuestro hijo.” Se abrazó a la escultura con desesperación. “¡Cómo te he echado de menos todos estos años, me has hecho mucha falta! Contigo nada de esto hubiera pasado, nada de esto hubiera pasado...” Se dejó caer sobre la lápida donde estaba grabado el nombre de ella y del niño, meciéndose al compás de sus sollozos. Tras unos minutos, se calmó. Limpió su rostro y, antes de dejar definitivamente la cripta, tomó una de las flores de la tumba y se la guardó en el pecho.
Imagen: Mercedes Noriega

4 comentarios:

  1. Ha sido curioso ver como Jorah aún recuerda a Serana como su verdadera esposa y que, después de todo, no es capaz de dejarla atrás porque se lleva una de las flores con él. Muy conmovedor, sin duda.

    Ahora a ver cómo va esa fuga y ese supuesto "embarazo".

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  2. Muy buen capítulo. Pobre Jorah, está sufriendo mucho, y lo que le queda.

    Julia Stark

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  3. En "Juego de Tronos", Jorah le dice a Daenerys tras la muerte de Drogo que, cuando su esposa (a la que amaba, así lo pone) murió, él siguió viviendo. Es decir: para él, Serana es la única y verdadera e.e

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  4. Ufffffff: Me ha volcado el alma... La quiere, no la olvida... Qué bonito que recuerde ese amor limpio... Ya estoy llorando.

    Gracias, gracias, gracias, gracias, por hacerme sentir y soñar de esta manera, no te puedo decir otra cosa.

    Qué precioso capítulo.

    Cristina Solano.

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